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Los antiguos guaraníes creían en un dios del sol y de las aguas, creador del alma humana y de la palabra, del lenguaje y de la vida: Yamandu o Ñamandú. Los descendientes actuales, repartidos entre cuatro países del cono sur sudamericano, siguen creyendo en la ... importancia de la palabra y de la música. En uno de estos territorios (Rio Grande do Sul, Brasil), cerca del mar y de los ríos, nació hace cuarenta y tres años Yamandu Costa. A los siete años ya tocaba la guitarra en un ambiente familiar musical y fronterizo, mezcla de ritmos argentinos, uruguayos y brasileños. Ahora Yamandu es un magistral intérprete que con su singular guitarra de siete cuerdas crea nuevas melodías y recrea cadencias prodigiosas. El pasado miércoles actuó en solitario en Escenario Santander; su amigo Toquinho no andaba lejos.Acompañado de un mate de proporciones gauchescas, Yamandu comenzó el recital tocando una pieza llena de paz y tranquilidad –Carinho– compuesta en tiempos donde la gente menuda de su casa no paraba de dar saltos en el sofá familiar, saltos que en directo se convierten en una melodía cambiante. Yamandu se expresa con todo el cuerpo que se funde con las preciosas guitarras de maderas nobles que el luthier conquense Vicente Carrillo construye con mimo para él; el jueves tocó con esa que tiene ojos de elefante (madera de arce canadiense y palo escrito). Después explicó el origen de la guitarra de siete cuerdas –su violão– y la importancia en la música rusa y brasileña; 'Herença Russa' fue su homenaje. Ocho temas más descubrieron a un guitarrista que disfruta, improvisa y vuelve vertiginoso cualquier ritmo con su mano derecha a lo Baden Powell, sus acompasados silbidos o percusiones oportunas (o inoportunas, que la improvisación tiene su lado de perfecta belleza o de «hoy no me sale»). Odeon, el choro que tocaba en la cocina su padre, fue un recuerdo que sonó limpio y claro antes del largo cierre con Suite Amerindia. Un bis –'Diplomata'– cerró la noche. Yamandu tiene en sus manos el secreto de la música. Escucharle es extasiarse y dejarse abandonar por su propuesta para esta azarosa época: «De la tragedia hay que sacar belleza». Grande. Dios de la guitarra.
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