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Esperamos que las próximas elecciones despejen el horizonte político y, por lo tanto, el devenir de nuestra sociedad española. Sin nacionalismos ni redentores, líderes mediáticos o filibusteros. El ciudadano espera una España fuerte, unida, preparada para los desafíos que nos esperan. Solidaria con los débiles ... y orgullosa con los poderosos. Nuestro pasado destila hombres emprendedores, confiados en sus fuerzas y clarividentes en la lucha, por más que los que les deben todo pataleen en ansia revanchista. No vale enarbolar banderas endogámicas que subleven tipos enardecidos de sus arrebatos narcisistas. Busquemos la solidaridad, la unión, la perseverancia en el trabajo y la lucha por los estímulos personales para alcanzar mejores condiciones económicas en el trabajo y garantías en el retiro futuro. La riqueza no está ahí a disposición de ser poseída. La riqueza se alcanza con la fortaleza, el trabajo y la solidaridad, pero sí necesitamos guías que nos iluminen en el camino a seguir para salvar, vencer o saltar las dificultades existentes a la consecución de ella, la riqueza, y para darnos una vida confortable en la seguridad de que nuestros hijos tendrán lo más adecuado para su desarrollo personal y profesional.
La obsesión de los podemitas con el sexo les ha llevado a inmiscuirse en las aulas, enarbolando banderas revanchistas por aquello de que sus frustraciones fueron propiciadas por la 'derechona clásica'. Ni tampoco debemos alentar ánimos segregacionistas, causantes de odios y rivalidades empecinadas en aquello: «Yo soy mejor que tú», mi sangre tiene escalones preponderantes respecto a los demás colegas. Esto ocasiona heridas incurables y conflictos que aminoran el desarrollo y confunden a las gentes: «Mis derechos son ancestrales y voy a pelear por ellos». Enarbolar estas insignias lleva a la confrontación y al descuido de las labores productivas necesarias para alcanzar un desarrollo sostenible basado en la tolerancia y la igualdad de todos los hombres. «Hermanos, aquí, bajo las estrellas, todos somos iguales», o algo semejante proclamó el genio de Beethoven.
Hemos tenido una legislatura odiosa, basada en el protagonismo, el 'liderazgo' y el oportunismo, sin apoyos coherentes con los acentos de nuestra sociedad, ni con un sentido suficientemente arraigado en la estructura actual del conjunto de nuestra población, libre, dinámica y productiva. Aquello de 'sólo el sí es sí', mantenido contra viento y marea, es la divisa de los frustrados, de los perdedores, de los esclavos de sus proclamas en el afán de mantener aquella frase del General Franco en su actitud belicista frente a las ansias de libertad de los mineros asturianos: «Esto lo resuelvo yo» mantuvo, y envió al Ejército a machacar a los huelguistas que hacían uso de sus derechos abolidos. De esta forma se sumieron nuestras divisas de hermandad en confrontación antagónica suficiente para medrar en lo alto a pesar de los pesares.
Todo esta pendiente de nuestra elección en el 23J, y para ello debemos reflexionar en los fracasos para enderezar el rumbo, en busca de las soluciones más asumibles bajo el prisma de la razón, la igualdad y el progreso como sociedad abierta, emprendedora y responsable de todas y cada una de nuestras actitudes puestas al servicio del desarrollo, la productividad, la perseverancia y la igualdad.
Para saber a dónde vamos vale enarbolar la inicial conversación de 'La isla misteriosa', genial novela de Julio Verne: «¿Subimos?». «¡No, al contrario: Bajamos!». En esta cruel paradoja nos vemos enfrentados a decidir en las próximas elecciones, no dejemos 'caer' esta responsabilidad, eliminemos los insidiosos protagonismos y busquemos el equilibrio y la responsabilidad que nos garantice un futuro más equitativo, justo y emprendedor de nuevas vitalizantes actitudes.
Yo al menos espero que la frase a emplear no sea «Vaya a votar» sino «Qué debo votar». Con esta reflexión seguro que elegiremos lo mejor para todos, el equilibrio, la moderación y el espíritu competitivo motor del desarrollo sostenible.
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