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Hay dos tipos de fuerzas claramente diferenciadas, las fuerzas físicas y las fuerzas vitales. Ambas tienen razones de ser claramente diferenciadas; unas actúan sobre la materia y otras actúan sobre la naturaleza viva. Las dos son la causa de todos los movimientos que se observan ... en la naturaleza, y las dos necesitan para desarrollarse un medio soporte. Aquí escribiremos sobre aquellas que tienen una repercusión humana y social de importancia vital. Las fuerzas vitales nacen con nosotros y son el motor de todas nuestras andanzas. Todo organismo vivo posee estas fuerzas para el ejercicio de sus actividades. Una característica de estas fuerzas es que no son constantes y se generan según la vitalidad de cada ser: andamos, reímos, trabajamos, comemos y todas ellas tienen un carácter modular en cuanto a que son orientadas por la acción del entorno, este puede desencadenar consecuencias benignas o nefastas en el individuo o ser. Por lo tanto la acción del entorno debe canalizar estas fuerzas para producir resultados positivos para la comunidad y la culpa de las actuaciones siniestras es siempre del individuo quien en el último momento puede encauzar o reconducir la acción consecuente con el entorno. La acción de éste puede provocar resultados catastróficos o ejemplares en la conducta del ejecutor y modulador de la potencia de la fuerza sobre él ejercida.
La terrible carga del terrorismo es la repercusión que el entorno ejerce sobre la persona o mejor dicho sobre como interpreta y canaliza el individuo la acción sobre él ejercida por el exterior. Probablemente aquellos desheredados de la fortuna son más propensos a entender que el entorno les está empujando a acciones violentas para enmendar su estado frustrante y salir de la situación de desamor que padecen. Por todo esto es fundamental que el medio social tenga herramientas contundentes para encauzar las acciones vitales de los seres humanos: la educación es la corriente necesaria para paliar las frustraciones. Una educación desarrollada ya en las escuelas, desde niño, conducente a su pleno desarrollo intelectual como niño primero, adolescente y adulto finalmente, es trascendental por la enorme importancia que tiene que la enseñanza no sea coercitiva. Si los métodos de adiestramiento se encauzan hacia un ritmo de pleno desarrollo personal de las potencias naturales con continuo impulso personal y creativo del sujeto, el resultado será de personalidades con impulsos naturales suficientes para la total integración de las personas en el entorno social.
Yo tengo que recordar aquí que, en toda mi vida de discípulo, no recuerdo que ni una sola vez se me encargara desarrollar un trabajo personal. Ya pueden ustedes imaginar el producto que salió de las aulas: un coleccionista de epístolas, fórmulas y praxis operativa. Bien es verdad que estos son tiempos muy pasados, pero como ejemplo personal lo recuerdo con intención aleccionadora, sabiendo que los métodos que hoy día se emplean son mucho mejores, aunque todavía lejos del óptimo necesario para la formación del individuo. Como ejemplo demoledor de la mala praxis de la enseñanza traemos aquí los exámenes de Selectividad y nos preguntamos cómo es posible que en pleno siglo XXI se elijan armas de selección memorística del individuo, no solo porque carecen de valor intelectual, que ya es fundamentalmente importante, sino porque avocan a una inadecuada selección del discípulo porque anulan la personalidad del individuo sin posibilidad de destacar sus cualidades personales. Alguien puede decir que los recursos son limitados y que por algún sitio se debe cortar. Y a esto se responde que la herramienta de selección nunca debe ser masiva y anuladora de las potencias personales sino todo lo contrario; los valores personales deben primar a la hora de la selección y para ello hay que emplear métodos que conduzcan a la valoración personal. Es irracional admitir que un número resultado de la corrección de unos ejercicios realizados como autómatas y terriblemente presionados por un entorno meramente competitivo pueda conducir a la selección de qué carrera estudiar. Hay que empezar por enfocar bien lo que se persigue con la Selectividad eliminando los memorismos y la irracional y presionante prueba de los multitudinarios exámenes.
Elegir una metódica formulación de la enseñanza sin duda producirá individuos cuyas fuerzas naturales se ejerzan en el sentido correcto del bien común, reduciendo las consecuencias negativas de pedagogías memorísticas y aleccionantes conducentes al desarrollo de fuerzas vitales destructivas.
Una gran parte del mundo vital de las personas se desarrolla en el trabajo y por lo tanto aquí también el entorno, en este caso las medidas empresariales, deben tener una vertiente más productiva y estimulante con un trato que se derive hacia los valores personales de cada uno con el fin de provocar el estímulo por el afecto al trabajo y por lo tanto a la productividad. En todo caso la valoración de la persona debe ser sobre sus valores y características personales y no sobre sus más o menos pujantes empujes externos individuales.
La búsqueda de entornos cada vez más concluyentes en el conjunto social y laboral debe ser un empuje encauzado desde las perspectivas de los gobernantes.
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