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Lo mismo que los ricos se reúnen en su foro Bilderberg, resulta que los listos también tienen su club. Se llama 'Mensa' y es tan ... exclusivo que solo acepta a una minúscula parte de la población; es decir, al dos por ciento con un cociente intelectual más elevado. Demostrable mediante pruebas certificadas, por supuesto.
Cristina, que iba conmigo al cole, presumía en los ochenta de que, con su coeficiente –entonces se decía así– «del 98 %» –y así lo decía ella–, su inteligencia era casi perfecta. Casi. Vamos, que ella también se movía en el dos por ciento, y tan feliz, porque por entonces ni sospechábamos que para entrar en el club de los listos hacía falta pasar de 130 %.
Aunque, de todas maneras, ¿quién querría estar en un club así? Seguro que están todo el día haciendo cosas de inteligentes, debatiendo sobre temas trascendentes, jugando al Scrabble, leyendo el diccionario o midiéndose el cociente, a ver quién lo tiene más grande.
Pero claro, también hay que entenderles. En esta sociedad de mayorías opresoras, la inteligencia no te lleva demasiado lejos. Los listos se tienen que pasar la vida disimulando; en la escuela fingen que la cabeza solo sirve para rematar balones, y en el curro todavía más, no sea que les descubran los jefes o, peor aún, los compañeros. Así va el mundo, claro. La Mensa, en el fondo, es un refugio; porque mucho hablar de gordofobia y edadismo, pero ni mu de la listofobia.
Una discriminación de la que uno siempre se ha librado; ya me gustaría decir aquello de Groucho Marx de que nunca pertenecería a ese club, pero es que me da que con mi 98 % tampoco me va a alcanzar…
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Ana del Castillo
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