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Nos pasamos la vida pidiendo sinceridad pero, en realidad, cuando nos la sirven en bandeja nos horroriza. A ver si no qué pensaron esta Nochebuena cuando empezó a circular el vídeo de la niña argentina a la que una reportera televisiva le pregunta qué pidió ... a Papá Noel y ella le responde: «Le pedí que toda la gente que odio se muera». Así, sin cortarse un pelo.
Está claro que o bien algunos valores hay que revisarlos, o bien hoy día en el mercado de la vida la bondad cotiza cada vez más a la baja. Porque por mucho que los presentadores intentaran venderlo como una broma –era una conexión en directo–, no parecía que la chiquilla estuviera tirando de ironía, sino que le salía del alma.
A la muchacha la tildaron de inmediato de 'grinch', que en el idioma navideño debe ser uno de los peores insultos, pero eso de desear un mundo «sin las personas que lo afean y lo arruinan», como en aquellos cuentos de Patricio Pron, igual es más común de lo que pensamos. Sobre todo, si estamos en plena sobredosis de buenos propósitos y reencuentros familiares no siempre deseados, pero inevitables.
Lo que tendrá que aprender la chiquilla es que contra estas «fechas tan entrañables» y sus bonitas tradiciones es imposible luchar. O sea, que existen la contracultura o la contrarrevolución, pero no la contranavidad. Porque van ya dos mil y pico ediciones y se diría que cada año tienen más éxito: más luces, más lotería, más compras, más mensajes impersonales…
O sea, niña, que o bien te das a los polvorones, para olvidar, o te las ingenias como un primo mío que, desde que se convirtió en un rico heredero, se pasa las navidades en el trópico, cogiendo olas. Y sin escuchar un solo villancico.
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