El corazón era una trampa

Con una historia sencilla pero tremendamente emocionante, Gándara nos sumerge en una España de sifón y discotecas de pueblo, de peleas entre barrios, de Hogares Sociales y clases de Formación del Espíritu Nacional, de canciones de Hilario Camacho y de fuerte diferenciación social; en un pasaje, el canónigo don Severino trata de abrir los ojos al protagonista, un muchacho de arrabal que aspira a conquistar a una chica de una de las familias pudientes de la ciudad. O, más exactamente, de «la Ciudad» –trasunto tal vez de Ciudad Rodrigo–, donde a mediados de los años setenta reside Andrés, un joven brillante, pero al que más que su futuro prometedor –él se obstina en estudiar medicina, pese a que su mentor, don Severino, considera que su «pico de oro» es más adecuado para el derecho o las letras–, le realmente preocupa y ocupa es Brígida, su primer amor. Un amor que, tras muchos titubeos, será correspondido, pero solo inicialmente.

Dividida en cuatro partes, con títulos muy evocadores –'Si el dolor es amor', 'Fuera del tiempo se escribe la historia', 'Huye de mí, corazón mío' y 'Si te dijo adiós, volverá'– la novela tiene esa rara frescura de la narración en tiempo presente, y un particular dinamismo, que le otorga la pericia del autor en el ritmo interno de la prosa, construida con tanto mimo que roza lo poético, aunque constantemente matizado por las focalizaciones: guiños populares, culturales o étnicos, dependiendo de quién tome la palabra; incluso se permite fabricar una suerte de aforismos populares, como cuando afirma que «Apostaría a que por amor nunca se sufre más que a los dieciocho». Con estos mimbres construye Gándara una historia empática y emocionante, en la que además de buscar y lograr la complicidad del lector, aporta además la revisión lúcida de unos personajes que, muchos años después, regresan al tiempo perdido. Si es que alguna vez se pierde ese primer amor, claro.