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Mi compañera Su acaba de apuntarse a un curso de defensa personal femenina. Y está genial, por si algún día se ve en un apuro, ... pero ya es triste vivir en una sociedad en la que las mujeres tengan que aprender autodefensa.
Claro que no solo ellas necesitan protegerse, sino que la falta de seguridad es un problema global, donde los peligros nos acechan a todos. Esta misma semana han detenido en Santander a dos mujeres que intentaban dar el tocomocho, pero de otros timos más refinados no hay quien nos proteja. Vamos, que no estaría de más que nos dieran unas clases de defensa económica, para no picar con las criptomonedas, las preferentes, las estafas piramidales o los préstamos que no podremos devolver. Para poder zafarnos del márketing telefónico, que para algunos es un acoso y para otros una trampa monetaria.
O de defensa ciudadana, para que aprendiésemos a elegir mejor a nuestros gobernantes. De tráfico, para que no te frían a multas y para que el navegador no te lleve por la ruta más peligrosa y acabes despeñándote por una cuneta.
También de defensa informativa, para que podamos distinguir a la primera los bulos y no acabemos envenenados con la epidemia de bots y desinformación que nos acecha.
Y tampoco estarían de más unas buenas clases de tolerancia y convivencia.
O mucho más sencillo: de buena educación, que ahora que le hemos perdido empezamos a ver que era mucho más útil de lo que nos parecía.
Eso sí, lo que ya va a ser mucho más difícil es que nos ayuden a defendernos de los golpes que realmente duelen. Los que te asestan quienes pensabas que más te querían: amigos, familiares, parejas… Contra esos no hay clases ni estrategia que sirva. Siempre te van a pillar desprevenido.
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