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Sucede que llegas a la mediana edad y alucinas con la cantidad de cosas que todavía puedes aprender. Y todas malas, por supuesto. Por ejemplo, los nuevos tipos de odio, ese material con el que antiguamente se fabricaban los chistes faltones y que siguen sin ... tener ni puñetera gracia, aunque lo que ahora sí que tienen es nombre.
Porque a ver, lo del racismo, el machismo y demás ya está muy visto, pero ¿qué me dicen de la turistofobia, el edadismo, la dermatofobia o la gordofobia?
Va a ser que el mundo se está complicando demasiado; antes le tenías manía al jefe, al hincha del equipo rival o a algún guaperas de la tele, y ya cubrías la cuota de mala leche, pero es que ahora cada semana inventamos una nueva forma de odio.
Y peor todavía: en lugar de luchar contra las injusticias que se producen a nuestro alrededor buscando una mejor convivencia, preferimos descalificar a quien piensa de forma diferente. De esa imaginaria superioridad moral nace todo un diccionario de la modernidad: machirulo, feminazi, podemita, botifler… De la pandemia salimos mejores, sí… mejores insultando.
Que se lo digan, si no, al seleccionador nacional. Pero ¿qué es eso de llamar calvo a un calvo? ¿Estamos locos? Y solo porque no tiene pelo… En nombre de todos aquellos a los que ya nos clarea el tejadillo, desde aquí pido que intervenga de oficio el comité antiviolencia, y le caiga una buena sanción a la Roja, cierren el Wizink Center y lo que haga falta. Y si pillan a esos 'haters' desalmados y melenudos, que les rapen al cero. ¡Un respeto, hombre!
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