El DNI digital

El caso es que el celebérrimo semiólogo afirmaba que ante un cambio de gran magnitud suelen aparecer dos actitudes contrapuestas: por un lado, quienes solo le ven ventajas, y por el otro los que nada más buscan inconvenientes. Integrados y apocalípticos llamó a cada uno de los grupos.

Sería mucho más divertido, y hasta lógico, que esas categorías fueran simplemente temporales, e intercambiables, porque uno puede ser un apasionado de, digamos, la investigación con células madre y que sin embargo le motive muy poquito el poliamor. Pero, por desgracia, las ideas en el siglo XXI parece que vienen por lotes, como cerezas en una fuente.

Ha ocurrido, por ejemplo, con el nuevo DNI digital. De primeras, una maravilla. Sobre todo, para los que somos de natural despistados y tenemos cierta facilidad para perder la documentación en los lugares más inverosímiles. Si, además, no te gusta ir cargado, ¿qué mejor que llevarlo todo en el móvil? Porque ese sí que lo llevamos a todas partes y, además, no solemos dejarlo olvidado por ahí.

Total, que estaba uno feliz pensando en que ya iba siendo hora de que también el carné fuera digital, y entonces aparecen los negacionistas del DNI con los malos augurios: «Eso, para que nos controlen todavía más»; o «así te pueden robar la identidad y suplantarte sin problemas». Y el consejo: «Quédate con lo físico!». ¡Vaya! ¿Será que en el 'mundo real' no hay gobiernos controladores, ni rateros y estafadores?

A veces se nos olvida que casi todo lo digital también se podía hacer antes de modo analógico. Como protestar por cualquier tontería.