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Una de las cosas que más asombran a los forasteros que llegan a esta región es cuánto saben y cuánto hablan del tiempo los cántabros. ... Como si la meteorología fuera un deporte local o una fiebre colectiva, el tema salpica casi todas las conversaciones y deja al visitante alucinado ante tanto conocimiento: que si sopla nordeste o el gallego, que si hay bruma matinal, que si lo mejor es la orientación sur… Cualquiera diría que aquí lo enseñan en los colegios de Primaria o que, todavía mejor, se transmite por la sangre montañesa, de generación en generación.
Lo que pasa es que los tiempos cambian, y a una velocidad inimaginable. Los tiempos cronológico y climatológico, quiero decir. Y es que hace dos décadas, cuando me instalé aquí, me gustaba ver cómo la gente miraba a la bahía y soltaban aquello de «cuando Cabarga tiene montera, llueve aunque Dios no quiera». Aunque para mi gusto lo mejor, de largo, es eso del «cielo de panza de burro», que nunca sé si predice sol o agua, pero me suena de lo más poético.
Hoy día, sin embargo, ya nadie mira al cielo para predecir el tiempo. Ni a los telediarios, si me apuran. Todos miramos la pantalla de nuestro móvil, que por algún motivo nos parece mucho más cómodo, aunque no siempre den en el clavo. Esta semana, por ejemplo, las 'apps' meteorológicas y hasta nuestros locutores favoritos nos habían anunciado granizo para el jueves, y en cambio tuvimos un sol de justicia.
Al final el cambio climático ha acabado por dar la razón a Revilla, cuando decía que aquí hacía siempre mucho mejor tiempo que el que anunciaban los telediarios. Así, lo de predecir el tiempo pierde toda la gracia. Y lo peor es que llevamos camino de parecer Almería.
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