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Una de las máximas más atinadas de Manuel Arce, que además de escritor fue también un próspero galerista de arte, era aquella de «el arte nace del arte». Unos artistas inspiran a otros, que a su vez servirán de modelo para siguientes generaciones, formando así ... un bucle infinito, el engranaje que mueve la creatividad y nos permite entender que Picasso, pudiendo pintar como Velázquez o Antonio López, prefiriese pintar a las mazmuaseles esas de Aviñón, o que Rothko hiciera tres rayas y se quedase tan ancho. El arte es tradición y evolución, en diferentes porcentajes, según la intención del artista.
La gran paradoja de este proceso es que, al final, parece que todo vale. Así lo expresó Eugenio d'Ors: «Todo lo que no es tradición es plagio». Que más o menos viene a querer decir que todo está inventado, de manera que poco importa el genio individual y si uno es original o si se ha pasado tomando apuntes del natural. Y más en estos día, cuando las nuevas tecnologías han simplificado tanto el proceso creativo, y hasta el copiativo.
Que te pillan fusilando poemas... ¡Qué va, si eso es intertextualidad! Que tu cartel se parece demasiado al de otro diseñador... ¡Pues a ver desde cuándo no se pueden hacer homenajes!
Así que no hay quién entienda a qué viene tanto escándalo con el nuevo logotipo de 'Cantabria infinita'. Aparte de que no hacía mucha falta –¿qué le pasaba al anterior?– que el diseño sea casi idéntico al que vende Adobe en su banco de imágenes es 'pecata minuta'; el verdadero mérito está en sacarle a la Consejería treinta y tres mil euros. Eso sí que es una obra de arte.
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