El plátano del millón de euros

Los primeros días estuve algo preocupado, no fuera a aparecer la brigada de propiedad intelectual de los nacionales o la Guardia Civil, pero luego ya caí en la cuenta de que, si no pillan a los que piratean camisetas del Racing, bastante se iban a preocupar por mi obra.

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Por si acaso, eso sí, ya me preocupé de que fuera plátano-plátano, y así no hay problema de plagio: lo del italiano era banana. Banana, ya ves tú; donde estén los plátanos de Canarias…

En cualquier caso, había pensado llamar al notario para que fuera testigo, diera fe e hiciera esas cosas misteriosas que solo ellos pueden hacer, pero claro, después de que esta semana me cobrase setecientos euros por hacer una compra de cuatro mil –y solo su minuta, no se vayan a pensar que con impuestos y registro–, he decidido que a los Arcos es mejor ni acercarse, no sea que me vuelvan a atracar y encima me llamen muerto de hambre. Y precisamente el hambre es la que ha acabado por fastidiarlo todo. Porque esta tarde he entrado en casa y del plátano solo quedaba la cáscara. La niña, que tenía ganas de merendar. Adiós a mi venta millonaria.

Pero bueno, si alguno estáis interesados en una nueva pieza, conceptual e incomparable, tengo justo lo que necesitáis. Se llama 'Plátano deconstruido', y es una alegoría del arte moderno. Y la vendo barata; con un millón me conformo.