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La famosísima teoría de Einstein no hay quien la entienda –por lo menos, a los de letras cerrados eso de la curvatura espacio-tiempo nos suena más a 'Regreso al futuro'–, pero para entender que el tiempo es relativo no hace falta más que un ... poquito de observación de la realidad política. Y es que el tiempo, tan rítmico, con sus señales horarias y sus relojes atómicos, en realidad transcurre a distinta velocidad, según y cómo. Esto es, según a quién interese, y cómo convenga en cada ocasión.
Han anunciado estos días que por fin la Seguridad Social va a cubrir los gastos oftalmológicos. Bueno, luego ya se verá qué incluye o no, cuánto y para quién, pero de momento el mensaje no podía ser más claro –y celebrado–: gafas gratis. ¡Gafas gratis!
Muchos, claro, hemos visto el cielo abierto, porque ya es injusticia poética que después de media vida de lectura la naturaleza te castigue con una vista cansada, pero enseguida llega la pregunta clave: ¿cuándo? Porque cuando uno necesita gafas, las necesita ya.
Vamos, que uno cuando se ilusiona parece nuevo. En este mundo de información dosificada y globos-sonda, una cosa es prometer y otra llevar a cabo. Porque como en las canciones pop, depende, todo depende. Si se trata del precio de los combustibles, de cobrar multas o de subir el sueldo de los políticos, todo va a la velocidad de la luz. Pero como se trate de actualizar los salarios a la inflación, de conceder ayudas a quienes las necesitan o de nuestra visión, entonces el tiempo se ralentiza. En concreto, se hará 'antes de que acabe la legislatura'. O sea, que se queda en 'veremos'.
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