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Por mucho que la sabiduría popular y el último libro de Ildefonso Falcones digan que «en el amor y en la guerra todo vale», va ... a resultar que no. Por lo menos, en el amor, porque lo de la guerra ya está visto que no tiene remedio.
En el amor, en concreto, acaba de sentar jurisprudencia el Tribunal Supremo, y además en un caso visto en Cantabria. Uno en el que la violencia se ejerce de una manera tan sutil que casi se podría disfrazar de locura de amor, porque se trataba de un hombre amenazando a su antigua pareja con quitarse la vida si no volvía con él.
Los arrebatos del desamor darán para muchas películas románticas y canciones pop, pero en la vida real se convierten en algo muy diferente. Son una forma de acoso cruel e implacable, y quien lo sufre siempre sale perdiendo: si cede a la presión, hipotecará su vida emocional, pero aunque no acceda a las pretensiones, en cualquier caso el malestar será demoledor.
Es lo que la psicóloga Susan Forward definió como 'chantaje emocional', y no dista mucho de los métodos de la mafia. Solo que aplicados a las personas que, supuestamente, más queremos.
Parece increíble que tengan que ser los tribunales de justicia los que nos expliquen qué se puede y qué no se puede hacer en nuestra vida privada, como si no lo supiéramos de sobra. No se puede forzar a las personas, sencillamente porque no todo vale.
Eso de que el fin justifique los medios ya ocurre, por desgracia, en la política o en las redes sociales, pero en la parcela amorosa, qué menos que respetarse un poco a sí mismo y no aspirar a que nos quieran… por lástima o por culpa.
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