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Con mayor o menor exactitud, todo el mundo conoce la leyenda del ave fénix y su capacidad única para regenerarse y volver a la vida; ... una habilidad, la de esquivar la muerte, con la que el ser humano lleva soñando desde los albores del pensamiento. Si bien es cierto que la ciencia parece condenada a suspirar eternamente por concebir el gran hito de la inmortalidad, no es menos verdadero que nuestra especie es capaz de trascender al tiempo a través de su destreza para transformar y combinar la materia que la rodea. Si a este don evolutivo le añadimos los pluses de la sensibilidad y del ingenio, el resultado final puede oscilar entre el levantamiento de espectaculares iconos arquitectónicos, hasta la plasmación sobre un lienzo de obras pictóricas de contrastada universalidad. Pero no hace falta elevarse tanto para hablar de lo que vamos a hablar. En nuestra región, en nuestros municipios, a nuestro alrededor… existen ejemplos de lugares y edificios que fueron bastante más lejos de cuanto sus creadores llegaron a imaginar, por su belleza atemporal o por el demostrable crecimiento de su valor y significado. Impedir que caigan en el olvido del abandono o del derribo, para que reciban, en cambio, el premio de una segunda vida, merece alcanzar la consideración de interés general. No importa que la naturaleza de estos inmuebles de referencia sea pública —como le sucede al maltrecho Palacio Municipal de Torrelavega— o empresarial –como le ocurre a la reanimada vieja sede del Banco Santander—; tampoco importa si hablamos de un palacete, o de un simple edificio de viviendas con cierta solera o encanto. Porque, de lo que se trata, y esta es la clave, es de reflexionar sobre la cantidad de vida que ha ido acumulándose entre las paredes de estos pequeños y grandes emblemas populares con el paso de los años, sobre el volumen de emociones y vivencias que se han gestado bajo sus techos; y asimismo, sobre las miradas de nuestros padres y abuelos, grabadas, años ha, en las fachadas y puertas de estos viejos inmuebles, que parecen devolvérnoslas cuando los observamos detenidamente igual que también ellos hacían, como un inestimable saludo proveniente del más allá. No sólo hay que proteger el talento de quienes idearon e irguieron estas edificaciones; debemos hacer lo mismo con el patrimonio invisible, la energía viva de nuestros antepasados, adherida, para siempre, a todas esas estructuras cargadas de historia e historias.
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