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Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están resultando particularmente dramáticas, y no solo por las dos intentonas de asesinato que ha sufrido el candidato republicano –que felizmente han resultado fallidas–. Nunca antes se había presentado la candidatura de un expresidente objetivamente tan inestable, descaradamente inmoral ... y heterodoxo como Donald Trump, a saber: condenado en la jurisdicción penal por delitos de falsificación contable, pagos fraudulentos para acallar informaciones públicas sobre sus relaciones con una 'escort', acusado de haber promovido y alentado un asalto armado al Capitolio en 2021 para impedir el recuento oficial de los votos y poner en cuestión su resultado, que todavía no ha reconocido como legítimo; hemos leído algunas de sus grabaciones telefónicas en las que descaradamente pedía la introducción de votos falsos a su favor. Además ha sido demandado civilmente por la periodista E. Jean Carroll y condenado a pagar una indemnización de 5 millones de dólares por asalto sexual cuando esta mujer se encontraba en el probador de unos grandes almacene. Parece inconcebible. ¿Qué candidato europeo habría resistido el descrédito moral y político de esos hechos?
No es de extrañar, por lo tanto, que se hayan multiplicado las declaraciones de importantes líderes del Partido Republicano pidiendo el voto «contra Trump», empezando por el que fue su propio vicepresidente, Mike Pence (2017-2021), que ha declarado que no puede «en conciencia» pedir el voto para Trump, que le presionó para que violara la Constitución y no avalara el recuento del Colegio Electoral.
Otros altos cargos de confianza de Trump y exresponsables de importantes funciones en Defensa o Inteligencia consideran que no está cualificado para desempeñar la presidencia –y tener en sus manos el botón nuclear–, como Dick Cheney (2001-2009) o el senador por Utah y que fue aspirante a la presidencia Mitt Romney, que ha declarado en varias ocasiones que en conciencia no puede votar por Trump en estas elecciones.
La lista es larguísima e incluye a 238 exoficiales y cargos de confianza de los presidentes republicanos George W. Bush (2001-2009) y George H.W. Bush (1989-1993). La antigua congresista Liz Cheney, la hija de Dick Cheney, está promoviendo una cuenta en X con el título de 'Republicanos contra Trump' que no hace más que crecer, con testimonios y apoyos de todo el espectro político norteamericano, incluso de sus más próximos colaboradores y antiguos seguidores, que denuncia la irresponsabilidad moral y política de Donald Trump.
En los últimos días se ha hecho público que después de concluir su mandato, Trump ha mantenido al menos siete comunicaciones telefónicas con Vladímir Putin. Un expresidente como Trump, que ha elogiado personal y políticamente en muchas ocasiones al líder ruso y ha retenido ilegalmente como expresidente documentación reservada del Gobierno de EE UU.
Trump rompe todos los esquemas del discurso político institucional, por sus extravagantes declaraciones, sus malos modales, su lenguaje vulgar e incoherente, su cara dura que le permite negar, sin parpadear, hasta la evidencia más obvia, y por el rechazo que causa en su propio bando, al menos en los sectores más clásicos y garantistas del Partido Republicano. Aprovechando la desgraciada circunstancia de los huracanes que están azotado Estados Unidos, ha iniciado una campaña de escandalosas y fraudulentas mentiras que han sido frontalmente desmentidas por sus propios correligionarios. Ha tratado de politizar con mentiras manifiestas el desastre del huracán 'Helene', mientras los gobernadores con los que comparte partido agradecían la ayuda recibida por parte del presidente Biden.
Por otro lado, sigue en pie, aunque cada vez más mermada, la fe ciega que Trump despierta en sectores fanatizados, capaces de asaltar el Capitolio y delinquir para apoyar a su candidato. El mismo Trump alardeó en 2016 de que «podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos». Es un hecho acreditado que alentó y justificó el asalto al Capitolio, que causó cinco muertos. Ese asalto, un asunto todavía pendiente de juicio, que ha sido calificado inicialmente como insurrección, sedición y terrorismo interno. Lo que puede decirse, y es evidente, es que Donald Trump es una figura con antecedentes penales, que no está a la altura del cargo que pretende ocupar, terriblemente divisiva y polarizadora en la política estadounidense. Que Dios bendiga a América con la derrota electoral de un personaje como Donald Trump.
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