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Nicolás Maduro, con siete millones de sus compatriotas que han 'votado' contra el chavismo emigrando o huyendo de su régimen, contra todo pronóstico se ha declarado ganador de las elecciones presidenciales del domingo en Venezuela. No parece muy seguro de su triunfo cuando no ha ... querido dar a conocer el 70% de las actas electorales, firmadas por los componentes de los correspondientes colegios y que son los únicos documentos que dan fe pública de dichos votos. No se comprende cómo se pretende proclamar oficialmente el resultado de la elección y al mismo tiempo hurtar el conocimiento de las actas electorales a todos los partidos concurrentes, a los medios de comunicación y a los observadores internacionales.
El titular del Departamento de Estado de EE UU, Antony Blinken, ha exigido del Gobierno de Venezuela, o sea de Maduro, que esclarezca con la mayor transparencia el resultado de las presidenciales. Eso le ha permitido al señor Maduro recordar a todo el mundo que Donald Trump se negó a reconocer los resultados de las votaciones de 2020 que eligieron a Joe Biden para la presidencia, y que Trump intentó falsificar resultados electorales, y que jaleó el asalto violento al Capitolio con mensajes telemáticos –«¡Luchad como demonios!»– dirigidos al grupo Proud Boys, uno de los promotores de ese ataque organizado y ejecutado con violencia, con la intención de impedir contar el voto del Colegio Electoral y así truncar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020.
Merced a la desfachatez y al desprecio a la Constitución estadounidense por parte de Trump, el señor Maduro ha podido permitirse el gustazo de tratar, con razón, a Estados Unidos de América como una república bananera, aprovechando la situación para exigir que del mismo modo que el Gobierno de Maduro, en su momento, no se inmiscuyó en las trapacerías del presidente Trump, el actual Gobierno Biden tenga la deferencia de no inmiscuirse en las trapacerías del señor Maduro.
Trump y Maduro entienden la política del mismo modo. Trump no es solamente un candidato, es en realidad un torpedo cargado de deslegitimación contra la Constitución de su país, y que además ha traicionado al venerable Partido Republicano, en un proceso de transformismo sin precedentes. Donde el Partido Republicano mantuvo una posición crítica y exigente frente a la Unión Soviética, luego Rusia, Trump no ha hecho más que mostrar su «admiración», elogió la «inteligencia» de Putin cuando invadió Ucrania, y ya había alabado anteriormente el uso de la violencia militar contra civiles con la que, después de declarar la ley marcial el Partido Comunista de China, en la noche del 3 de junio de 1989, envió los tanques y la infantería del ejército a la plaza de Tianamén para disolver la protesta de los estudiantes. Las estimaciones de las muertes civiles provocadas por esa represión militar de una protesta pacífica y civil varían entre 200 y 2.000.
Recientemente, en un encuentro político, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó las declaraciones de Maduro cuando dijo que si perdía las elecciones habría un baño de sangre en Venezuela y se desataría una guerra civil. Lula no dudó en responder a Maduro a través de los periodistas: «Cuando pierdes, te vas». De hecho, Lula había enviado a su principal asesor de política exterior, Celso Amorim, a Caracas para observar las elecciones presidenciales en Venezuela.
La posición de Brasil, como la de España, ha sido esperar hasta que se conozcan las actas para pronunciarse sobre los resultados. Curiosamente también Donald Trump hizo una referencia a un baño de sangre si perdía las elecciones, aunque en un contexto que permite interpretar la expresión en un sentido metafórico referido a una catástrofe económica. Las metáforas las carga el diablo.
El trumpismo llegó a su clímax cuando el 6 de enero de 2021 sus partidarios alentados por el mismo Donald Trump –en un acto propio de una república bananera– asaltaron la sede del Congreso, interrumpiendo una sesión conjunta del poder legislativo, con el objetivo de abortar el conteo del voto por parte del Colegio Electoral y así alterar o cuestionar los resultados de las presidenciales de 2020.
Felizmente, la nueva aspirante a la candidatura a la presidencia por el Partido Demócrata, Kamala Harris, nos permite a muchos mantener la esperanza de que el fenómeno trumpista –en español suena lógicamente a trampista– puede tener los días contados si es derrotado el 5 de noviembre. La declaración inicial de la señora Harris me suena premonitoria: «He visto depredadores de todo tipo que acosaban a mujeres, defraudadores que estafaban, tramposos que rompían las reglas de su propio juego. Así que conozco a los tipos como Donald Trump. Y en esta campaña, con orgullo, lucharé contra él».
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