Secciones
Servicios
Destacamos
Durante el verano recién concluido, en el mágico planeta Internet –paraíso/infierno, luz/oscuridad, cara/cruz– se propagó la fatal noticia de que el popular cantante y compositor José Luis Perales había fallecido. Pocos receptores se tomaron la molestia de verificarla, de acudir a emisores ... de prestigio para comprobar si la reproducían. Al verla en su ordenador, tablet, móvil, etc., la daban por cierta y compartían. Era, pues, imparable. Con distinto protagonista, no sucedía por primera vez. Ni, desgraciadamente, por última. Al tiempo.
Dada la simpatía y el aprecio que suscita Perales incluso entre aquellos que no son devotos de su música, comenzaron a manifestarse en las redes sociales sinceros testimonios de pésame. No en vano muchos admiramos su trayectoria artística y personal, pues en ambas constituye un referente. Rodaba a velocidad impresionante, ladera abajo, la bola del bulo. Avisado y alarmado, el propio cantautor tuvo que poner pie en pared con el afán de frenarla. En consecuencia, pronto se empezó a difundir en el mismo ámbito comunicacional su reacción, mezcla de sorpresa y bien disimulado cabreo. La cuestión carecía de gracia…
A diferencia de numerosos personajes del escaparate, el artista conquense es un tipo educadísimo. Decidió desmentir su óbito mediante un breve vídeo desde una calle de Londres, ciudad en la que se encontraba. «Alguien con muy mala idea ha dicho que me he muerto. Y la verdad es que estoy más vivo que nunca, más feliz que nunca…», precisaba ante la cámara con el envidiable saber estar que le caracteriza. Como es lógico, hasta que el testimonio que grabó pudo alcanzar un nivel de difusión similar al logrado por la falsa noticia, el fuego siguió devastando los corazones de sus millones de fans. Sólo el hecho de que los medios importantes de comunicación empezaran a levantar acta en sus ediciones digitales respecto a lo en verdad sucedido permitió sofocarlo.
El citado lance invita al análisis de la credibilidad informativa en los años que corren, con indeseable frecuencia desquiciados y de calumnia que algo queda. En el sorteo del destino esta vez le tocó comerse el marrón a José Luis Perales, pero mañana le puede tocar a cualquier otro respetable contribuyente. Y lo peor es que, sin duda, se repetirá el proceso. Volverán a ser innumerables los internautas que caerán en la trampa, atrapados en una red de las redes. El hombre es el único animal que tropieza dos veces, y cuantas resulte menester, en la misma piedra. La Historia lo confirma de manera tozuda.
¿Solución para el aludido mal? Quien pretenda enterarse de lo que pasa ha de escoger las lentejas. Deberá optar siempre por las empresas periodísticas serias, profesionales. No publicarán simplemente porque llame la atención lo que un internauta identificado o anónimo escriba –vaya usted a saber impulsado por qué motivo– en una cuenta. Es decir, a las que pueden verificar y verifican cualquier 'primicia' antes de darle cauce masivo. De no ser cierta, unas llamadas telefónicas de sus redactores –muchos hemos tenido que hacerlo bastantes veces– lo atestiguarán en escasos minutos. ¿Existe un camino más corto entre dos puntos que la línea recta?
Moraleja. A la hora saciar la sed de 'actualidad' se debe acudir a fuentes de agua potable. Descubrirlas le garantiza al ciudadano resolver su necesidad y, en paralelo, disponer de brújula para moverse por los laberintos de lo que le interesa, circunda, afecta, conviene, etc. Si no, permanecerá eternamente instalado en la desinformación y dará al respecto tumbos sin pausa. Nuestro refranero resume con brillantez el tema al afirmar que 'el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija'. Obviamente, tan viejo aserto sirve para infinitas coyunturas, no sólo para navegar por internet sin temor al engaño. Que unos cuantos tomen nota y bajen de la higuera. Mejor les irá y, de rebote, nos irá a los demás.
Parece mentira que a estas alturas de la película, con todos creciditos para lo que nos conviene, sea necesario comentar en público cosas tan elementales. Parece mentira. Pero como en numerosas cabezas no hay más cera de la que arde, es imprescindible. El 'fake mate' de asuntos menores se convierte con suma facilidad –abunda la casuística– en manipulación sobre los mayores, con lo que ese tránsito implica de negativo para el conjunto de la sociedad moderna. Sociedad en la que, por cierto, a millones de individuos les encanta ejercer el papel de Calimero. Creen aún en su eficacia. Qué ilusos.
A modo de conclusión/complemento citaré un reflexivo 'chiste' que contemplé y se grabó en mi memoria. Sintetiza con rigor crítico la realidad cotidiana del presente, plasmada en cuestiones de variada índole. Dos personas sentadas a cada lado de una mesa en una oficina. Pregunta A: «¿A ti te preocupa el avance de la Inteligencia Artificial?». Y responde B: «No. A mí lo que me preocupa es el retroceso de la Inteligencia Natural». Ahí le duele.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.