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Poner el dedo en la llaga de la defensa militar europea es, para un pacifista convicto y confeso, particularmente doloroso; pero cerrar los ojos a ... esa realidad sería mucho peor. Esta realidad es la Rusia de Putin y la América trumpista. La estrategia de Trump parece clara: fomentar la disgregación de la Unión Europea, aprovechando que Putin ha invadido Ucrania con el mismo fin; por otra parte, separar a China de Rusia emulando al Nixon de los años 70 del siglo XX. Objetivos aparentemente contradictorios pero, en realidad, solo paradójicos. La paradoja ha ganado muchos enteros en el siglo XXI.
En ambos casos la Unión Europea será la gran perdedora. En el caso de Rusia, porque la defensa de Europa sin el apoyo de Estados Unidos va a topar con imposibles dificultades; en el caso de China, porque dicho acuerdo significaría que Trump y Xi Jinping están dispuestos a repartirse el mundo, como ocurrió durante la Guerra Fría entre USA y URSS. Los países europeos necesitan reaccionar a esta doble amenaza alcanzando la autonomía defensiva de que hoy carecen; para ello, necesitan incrementar dramáticamente el presupuesto y el gasto en su defensa.
Con motivo de la Guerra de Ucrania, Putin ha implantado en Rusia una 'economía de guerra' y la única respuesta sensata sería que Europa hiciera lo propio. Durante la primera Guerra Fría, Estados Unidos lideró la respuesta militar europea; pero la reacción americana en esta ocasión promete ser muy distinta. La selección de secretarios (nuestros ministros) para ocupar puestos clave en la nueva administración de Trump, indica a las claras que su intención es reposicionar tropas y armamento de Europa a Asia. La contención de China en Asia es una prioridad mucho mayor para Estados Unidos que la de Rusia en Europa. Si, por otra parte, el ataque de Rusia acelera la reconversión de la Unión Europea en una 'Europa de las patrias' pues miel sobre hojuelas.
La retirada de Estados Unidos de la OTAN sería el camino más corto a la decisión rusa de prolongar sus ataques más allá de Ucrania. Los europeos confían en que las dificultades de Rusia para conquistar un tercio de Ucrania, y el número de bajas que ha costado (se calcula que en estos momentos sus muertos y heridos graves en el frente superan ampliamente el medio millón) va a disuadir a Putin de seguir por ese camino; pero posiblemente subestiman la voluntad de Putin, y la resiliencia del pueblo ruso, para absorber cifras de bajas mucho mayores. Putin ocupa el segundo o tercer lugar en el índice mundial de popularidad entre sus ciudadanos; muy por encima de cualquier líder occidental entre los suyos. Por otro lado, el número de efectivos en sus ejércitos es superior al que tenía en el origen del conflicto; y están produciendo tanques, vehículos blindados y municiones en cantidades descomunales.
Europa no cuenta, en este momento, ni con los efectivos ni con el equipamiento necesario para enzarzarse en una guerra de desgaste, del tipo que Rusia sostiene en Ucrania por cuarto año consecutivo. La OTAN estima que, ahora mismo, solo cuenta con dos tercios del personal y el armamento que se necesitaría para contener a Rusia de forma efectiva; tanto en defensa aérea como en municiones, comunicaciones o logística.
El compromiso actual de gastar el 2% del PIB en defensa, no lo van a cumplir los socios mediterráneos hasta finales de esta década. No hablemos ya del aumento al 3% que ahora propone la OTAN. Pues bien, ni con el 3% sería suficiente si los miembros europeos no se comprometen, y llevan a cabo, la coordinación del abastecimiento a escala europea. Y no olvidemos que el 3% se basa en la presunción de que Estados Unidos va a mantener intacto su compromiso con la OTAN; lo cual, como indico más arriba, es mucho suponer. Si no fuera así, los europeos deberían incrementar su gasto en defensa al 4,5%. Por poner un ejemplo de la dificultad de incrementar dicho gasto: el propio Rutte, hoy Secretario General de la OTAN y siempre decidido partidario del citado incremento, durante su periodo como primer ministro de los Países Bajos (2010-24) solo alcanzó el 2% este último año; Francia y Alemania, entre 2023 y 24.
De todos los países europeos solo Alemania tendría la capacidad fiscal de incrementar sus gastos en defensa al nivel requerido, sin producir un serio quebranto en sus finanzas. Pero para realizar la hazaña de convertir al país en la primera potencia militar europea, el Congreso tendría que elevar el techo del déficit por encima del 2% del PIB, algo que viene siendo tabú en Alemania desde 1945.
¿Cuál sería la otra cara de esta moneda? Pues que los países víctimas del nazismo (Polonia, Francia, Inglaterra, etcétera) aún sienten escalofríos solo de pensar que Alemania vuelva a ostentar esa primacía militar en Europa.
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