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David French, un escritor muy apreciado en los círculos intelectuales a derecha e izquierda, autor de libros y editorialista en los medios más prestigiosos (desde 2023 en el New York Times), liberal conservador confeso y mártir por dicho motivo, acaba de publicar una 'Tribuna' sobre ... la animosidad política que me ha puesto la carne de gallina.
Cuando French se aproximó al partido Republicano (GOP), hacia 2014, lo describía como partidario de gobiernos no intervencionistas, socialmente conservadores y grandes potenciadores de la defensa nacional. Lo que entonces tenía furiosos a los Republicanos era que el partido Demócrata condonaba el escandaloso comportamiento de Bill Clinton (caso Mónica Lewinsky). French se sonroja ahora porque su percepción del partido estaba completamente equivocada. No comprendió hasta qué punto, hasta que ese mismo GOP perdonó a Trump desmanes e ilegalidades mucho más graves de las que, solo dos años antes, consideraban imperdonables.
French tiene ahora muy claro que los conservadores como él, desesperadamente obsesionados con romper el férreo lazo que unía a Trump con el partido Republicano, habían fracasado por una razón muy clara: ya no entendían a su propio partido, estaban desconectados. Esto le llevó a pensar que la verdadera causa de la animadversión obedecía a razones de mucho mayor calado: las tradicionales características del GOP habían dejado de ser ideología e integridad, para ser sustituidas por el odio y el rencor. Nadie encarna el espíritu de aborrecimiento mejor que Trump.
French también tiene claro que Trump no es el primero en haber utilizado la hostilidad como arma política, y que otros líderes también estaban aquejados de un carácter bastante dudoso; pero estos líderes eran confiables cuando estaban en juego cuestiones ideológicas de calado. Lo que sorprende a French es que, en la era de Trump, la animadversión domina los corazones y las mentes de sus votantes. Trump no solo es el más ardiente manipulador de la animosidad, sino el menos ideológicamente ortodoxo de los candidatos republicanos a la presidencia en toda su historia. Trump nunca ha sido un verdadero conservador.
Pero lo que más sorprende a French es que «cuando ideología y carácter han entrado en conflicto con el pugilismo partisano, una masa crítica de políticos Republicanos han optado por el pugilismo sin pestañear». Al parecer, cuando Trump derrotó inesperadamente a Hillary Clinton –convirtiéndola en encarnación de las ideas y actitudes más execrables para los votantes Republicanos– los propios políticos republicanos fueron los primeros sorprendidos; pero inmediatamente firmaron un pacto de sangre con Trump, que no ha hecho más que afianzarse y consolidarse. Según French, el verdadero fracaso de los conservadores ha sido su incapacidad para atraer a esa legión de votantes escépticos que le dicen, al primero que les quiere oír, que hay cosas que realmente no les gustan del candidato Republicano; pero que de todos modos votarán por él. Cualquier crítica a Trump les resulta excesiva e inaceptable si los demócratas van a beneficiarse de ella. Votantes que en teoría podrían ser persuadidos de votar a otro candidato Republicano que no sea Trump, en realidad terminan prefiriendo a Trump porque se identifican con el odio y el resentimiento que este destila en cuanto sube a la tribuna. Trump realmente entiende los tiempos que corren.
Una de las realidades de la vida que más nos cuesta aceptar, es la general incomprensión de la verdadera escala de valores que rige nuestros actos; la cual solo se manifiesta abiertamente cuando tales valores entran en conflicto dentro de uno mismo. French pone un ejemplo: creemos que nuestros líderes políticos deben ser personas de carácter sólido, que en general comparten nuestras posiciones políticas; ¿pero lo seguiríamos sosteniendo si hacerlo supusiera la pérdida de las próximas elecciones? Tal parece que la victoria es lo único necesario, y el carácter y la ideología un lujo prescindible.
French concluye que «antes de que los Republicanos estén en posición de terminar con el Trumpismo, tienen que calmar la ira que domina en demasiados corazones de la derecha».
El obvio corolario es que alguien debe entonar semejante mea culpa en la izquierda; porque, nunca mejor dicho, las culpas están muy repartidas. Es fácil detectar sentimientos de animadversión, ira, rencor, sectarismo sin paliativos, etcétera, etcétera, dominando en demasiados corazones de la izquierda. En realidad, French pone el dedo en la llaga de la situación política dominante en muchos de nuestros países. Y como buen cristiano –French trabajó para una firma de abogados de causas cristianas y escribe sobre asuntos religiosos con frecuencia– hace un acto de contrición y espía su falta escribiendo dicha 'Tribuna'. En todo cristiano debería primar la concordia; especialmente con sus oponentes, dice el Evangelio. Otro gallo nos cantaría si fuese esta la tónica dominante. Pero, como Diógenes, a los buenos cristianos hay que buscarlos con una lámpara en plena luz del día… y no se les encuentra. Bueno, yo he encontrado a French.
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