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Supongamos, por un momento, que soy el nuevo corresponsal de 'Crónicas Marcianas', un extraterrestre enviado al planeta Tierra con el objeto de reportar el estado de cosas en este momento de su historia. Mi primera impresión es que, además de estar enzarzados en sus sempiternas ... guerras civiles –frías y calientes–, viven una nueva etapa de guerras coloniales que se suponían finiquitadas tras las dos Guerras Mundiales. Concretamente, las guerras de Palestina y Ucrania.
El expansionismo, otro de sus leitmotiv persistentes, opera igualmente en otros lugares del planeta, particularmente en el Pacífico Oriental y África: el primero, en fase fría pero recalentándose; el segundo, tan desatado como siempre y, como siempre, relegado a un segundo término por los medios de comunicación internacionales.
En Ucrania, el país expansionista y neocolonizador es Rusia; en Palestina, ese país es Israel. Los ucranianos y los palestinos son sus víctimas propiciatorias. Lo que son las paradojas de la política, el Imperio americano, con un presupuesto militar que en términos absolutos equivale a la suma de los nueve siguientes en la lista: apoya a los victimizados ucranianos en el primer caso; y a los victimizadores israelíes en el segundo.
Estas dos guerras han destapado la caja de los truenos y el neocolonialismo está tomando un auge que no se conocía desde el siglo XIX de los occidentales (calendario gregoriano). Rusia no solo aspira a quedarse con un gran pedazo de Ucrania, sino que tiene puestos los ojos en los tres países bálticos y, según las malas lenguas, otro buen pedazo de Polonia; aún más, aspira a restaurar su imperio por medios 'pacíficos' incorporando: Georgia, Moldavia Azerbaiyán, Uzbekistán, Tayikistán, Kazajstán… y unas cuantas islas del Pacífico oriental.
China no se queda atrás. El caso de Taiwán es solamente cuestión de tiempo; las islas entre Taiwán y Japón, también; en el sur del mar de China ya se está aposentando; Corea del Norte es un protectorado chino; Vietnam ya lo fue y pudiera volver por los fueros; a Filipinas, que fue colonia americana hasta anteayer, China le tira los tejos. Por otra parte, China aspira a desarrollar una relación con el 'Sur global' similar a la de Estados Unidos con Occidente. Hablando de Estados Unidos, lo que éste pretende es defender su imperio y recuperar su cuestionado papel de 'potencia mundial unipolar', hoy disputado por una China que aspira, como mínimo, a un orden mundial bipolar.
En África, las guerras expansionistas han pasado de las manos de Occidente (cinco siglos de 'esfuerzo civilizador', es decir, colonización pura y dura; evangelización y comercio de esclavos incluidos) a las manos de tribus autóctonas, armadas por agentes de países extranjeros con intereses inconfesables. El resultado: interminables guerras civiles cuyos muertos se cuentan por millones y las víctimas por muchos más. Con significadas excepciones en el norte y el sur, aquello es un conjunto de territorios con fronteras difusas y variables; pero incluso los países más establecidos –como Marruecos o Argelia o Egipto– tienen aspiraciones expansionistas bien conocidas.
Un famoso psiquiatra terráqueo, Sigmund Freud, escribió hace un siglo (occidental) que la naturaleza de los terrícolas se compondría esencialmente de elementos genéticos e instintivos, al conjunto de los cuales denominaba, el id, el ello, el inconsciente; el cual cumple la función fundamental de garantizar la supervivencia del individuo. Pero añadía que este ser poseía además un yo consciente, el ego, que cumple una función no menos fundamental: garantizar la convivencia y, con ello, la supervivencia de la especie. A la conjunción de ambas facetas se le denominó 'la condición humana'.
Filósofos terráqueos, a lo largo y ancho de la geografía y la historia, han llegado a la conclusión de que cualquier explicación de lo que ha pasado, pasa y pasará, debe tener presente que la idea de que la bondad natural del ser humano le predispone a asentarse en sociedades democráticas e igualitarias, forma parte de un mito optimista injustificado (perdón por la redundancia). Afirman que el individuo es naturalmente egoísta, avaricioso, celoso, mezquino, vengativo; que las élites son arrogantes y codiciosas; y que las masas son ignorantes y esencialmente emocionales. Sostienen que con estos mimbres hay que hacer los cestos; a escala local, nacional y global. Confirman que ninguna sociedad es perfectamente justa, ningún gobierno es absolutamente honesto, ningún orden internacional es íntegramente equitativo. Pero, aseguran, esta visión no debe llevar al cinismo y la desesperación, hoy tan extendidos en sus sociedades. Constatan que, a fin de cuentas, 'la condición humana' ha demostrado que es posible introducir mejoras limitadas, casi siempre temporales, para llevar a cabo la interminable tarea de hacer más llevadera la convivencia.
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