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La democracia liberal es, por antonomasia, una democracia en la que cabemos todos. No importa el credo, siempre que sus acólitos (del latín: compañeros de camino) respeten las reglas del juego democrático. La democracia popular –hoy diríamos populista–, ya sea escorada a la izquierda o ... a la derecha, cancela a quienes se oponen a su credo. En el mejor de los casos aparenta tolerarlos; pero hace lo imposible para marginarlos y acallarlos, en un juego donde todo vale.

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eldiariomontanes La democracia liberal en cuarentena