Secciones
Servicios
Destacamos
Datos sobre la sociedad americana: los Estados cuya población incrementa más y mejor están en manos Republicanas (Florida, Texas, Idaho, Montana…); los Estados que pierden más población, o esta está estancada, los gobiernan Demócratas (Illinois, California, Pennsylvania, Hawaii…). Los Estados Republicanos –menos desarrollados– proporcionan vivienda ... barata, rebajas de impuestos y revitalización de industrias; los Demócratas –más desarrollados– expanden los beneficios sociales para contrarrestar vivienda cara, subidas de impuestos y aumento de la desigualdad (más acusada en estos que en aquellos).
Los Demócratas quieren unos Estados Unidos más parecidos a Europa, en un momento en el que Europa está estancada y su decadencia supera a la americana: la renta de Noruega está por detrás de Mississipi, uno de los estados más pobres; la economía alemana lleva estancada seis años. La mayoría de votantes, en los Estados-clave para ganar las elecciones, afirma que la economía y la inflación (por delante de la inmigración) son sus principales preocupaciones y consideran que los Republicanos tienen propuestas más eficaces a este respecto.
Los Demócratas son el partido de la clase dominante. La columna vertebral de Estados Unidos la constituyen los poseedores de una educación superior, y estos votan Demócrata. Los que solo tienen el bachiller votan Republicano. Las localidades más ricas votan Demócrata. Los Demócratas predominan en el control de los medios, de las universidades de elite (16 veces más estudiantes de familias pudientes que de trabajadores), de las instituciones culturales y del gobierno, apoyados por la mayoría de las grandes corporaciones. Los votantes de uno y otro lado viven en mundos paralelos enfrentados y sin posibilidad de encontrarse. Los votantes Demócratas viven en promedio nueve años más que los Republicanos, estos son más obesos, se casan menos y se divorcian más. Los votantes Republicanos muertos por sobredosis son seis veces más que los Demócratas. Las familias humildes resienten todas estas diferencias; los líderes populistas están en auténtica rebeldía contra este estado de cosas, particularmente cuando los educandos superiores miran por encima del hombro al resto y se declaran víctimas oprimidas del sistema.
El hiperindividualismo domina todo el espectro social en términos económicos; pero en lo tocante a la moral los Demócratas han abierto la mano hasta niveles inaceptables para una mayoría del electorado: cualquier forma de familia –hetero, homo o mediopensionista– es equiparable, el género es una opción a elegir, etcétera. Se ha producido una privatización de la moral, sin embargo, la mayoría deriva el sentido de pertenencia de unos valores morales compartidos; vivir en un orden moral universal les proporciona sentido, estándares universales de lo bueno y lo malo, estructura tradicional de la familia, idea compartida de los que es ser hombre o mujer, etcétera, son valores mucho más importantes cuanto menos educada es la clase receptora. Para estos, la política económica no puede separarse de la social y la moral.
El 73% del electorado está descontento con la dirección que sigue el país; el 60% dice que América ha entrado en decadencia; otro tanto opina que el sistema político se ha roto. El 69% está de acuerdo con que a la élite política y económica no le preocupa la situación de la clase trabajadora; el 63% dice que los expertos no entienden la vida que ellos llevan. Es decir, se sienten traicionados y enfurecidos. Trump, aún más tras explotar descaradamente dos aparentes atentados, tiene grandes posibilidades de ganar.
Pero veamos la otra cara de la moneda. El progresismo demócrata ha devenido la ideología más poderosa de la vida americana, es el nuevo status quo que ha reemplazado al vigente hasta fechas recientes. Una especie de partido único. Aunque esto crea serios problemas para el nuevo sistema, que ha producido un montón de marginados, humillados y ofendidos, Kamala Harris cree haber encontrado el bálsamo de Fierabrás para calmar a las masas desconcertadas: el centrismo. Un centrismo paniaguado que promete a cada circunscripción aquello que le reclaman, sin hacer caso de las contradicciones que ello conlleva (si les suena a populismo, a mí también). Kamala no ha ofrecido una agenda moderada abarcadora de todo el espectro social sino un surtido de medidas ad hoc enfocadas a cada grupo de interés. Tampoco ha presentado una agenda activista de izquierdas, sino un progresismo minimalista con pocas promesas específicas: restaurar la ley del aborto; parar en seco a los MAGA y muy poco más. En los asuntos más polémicos –cambio climático, guerras de Ucrania y Gaza, etc.– ofrece una de cal y otra de arena. Los términos 'racismo' y 'acción afirmativa' no se pronuncian en sus discursos electorales. En resumen, no ofrece políticas específicas en los temas cruciales y arría sus antiguas banderas. Lo paradójico es que esta estrategia muy bien pudiera salirle bien.
Es decir que –incluso si gana Kamala– no está nada claro que los votantes vayan a salir ganando. El conflicto social se mantendrá 'vivito' y coleando.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.