Secciones
Servicios
Destacamos
Si tienen que decidirlo las urnas, los Demócratas parecen estar perdidos. Les queda la vía judicial; pero será muy difícil que el Tribunal Supremo, con mayoría conservadora de 6-3, tome una decisión que inhabilite a Donald Trump como candidato. La pregunta ha dejado de ... ser qué pasará si gana Trump para convertirse en qué pasará cuando gane. Dejemos claro, para empezar, que nadie va a refrenar a Trump y que por tanto va a utilizar lo que en Estados Unidos se llama 'insurrection act' y en España conocemos como 'estado de excepción' para utilizar el ejército en labores de seguridad nacional (huelgas, manifestaciones, inmigrantes ilegales, etcétera); así como va a utilizar el Departamento de Justicia para llevar a cabo sus vendettas personales contra los personajes significativos que le han agraviado (la familia Biden y los jefes militares que se negaron a anular las elecciones del 2020 por la fuerza); por lo demás, aprovechará para perdonarse a sí mismo de todos los cargos, 91, que le han imputado.
Dicho lo cual, habrá de tenerse en cuenta que Trump quiere sobre todas las cosas ser un presidente exitoso; la consecución del éxito ha sido el leitmotiv de toda su existencia y esto puede ser lo que, en esta oportunidad, actúe de freno, quizá con mayor fortuna que la de sus colaboradores durante el primer mandato. Desesperante esperanza. Las cosas así, aventuremos algunas posibilidades.
En primer lugar, poner en duda la afirmación de que el segundo mandato va a ser radicalmente distinto del primero. Se antoja más cierto que los parecidos serán más abundantes que las diferencias, excepto en los casos señalados más arriba. Los humanos solemos ser muy iguales a nosotros mismos, y la técnica más socorrida de Trump es asustar al contrario disfrazado de lobo para, a fin de cuentas, asomar la patita de oveja. Trump se considera a sí mismo un líder transaccional; ha conducido todos sus negocios dando o pidiendo a cambio aquello que el otro quiere o tiene. Por ejemplo, su última afirmación: la guerra civil hubiera podido evitarse mediante negociaciones.
Otro lugar común al predecir el futuro trumpista, es que Trump genera el caos porque medra con el caos. Mi impresión es que, en el fondo, a Trump no le gusta el caos, pues este conduce más a menudo al fracaso que al éxito y lo suyo es triunfar. Otra cosa es que no pueda evitar el caos, consecuencia no buscada de sus actos. Lo que sí puede reconocérsele es que tiene una especial habilidad, adquirida a base de trompazos, para zafarse del pago correspondiente a las citadas consecuencias, habitualmente a base de victimismo. Asunto que se le da extraordinariamente bien, como prueban sus maniobras frente a los 91 cargos que se le han imputado. O sea, que la afirmación de que en su segundo mandato va a provocar una crisis constitucional, perjurando su promesa de defender la Constitución, es cuando menos dudosa y, en todo caso, consecuencia no buscada de alguna de sus enloquecidas decisiones. El mejor ejemplo es el asalto al Congreso el 6 de enero de 2020; pero lo más probable es que logre zafarse de la comisión de este delito, así como de los nuevos. Buen amigo de Netanyahu, sigue su ejemplo.
Luego se formula el temor de que Trump «conducirá a los Estados Unidos a una 'Terra incógnita' de escenarios impensables». Quizá ocurre que ciertos analistas adolecen de insuficiencia imaginativa. Otros se van al extremo opuesto y predicen que Trump nominará ministros predispuestos a dar un golpe de Estado; los cuales recibirán la aprobación de un Congreso en manos Republicanas. Esto presupondría que Trump es un nuevo Mussolini.
Que me perdonen, pero Trump no da la talla ni de lejos. Y menos aún la de un nuevo Hitler. Por otra parte, pensar que las dos terceras partes del Congreso aprobarían estos supuestos objetivos –ciertos cambios legales requieren de esas mayorías– es no conocer lo que ha sido la breve pero honrosa historia de este país frente a situaciones semejantes. No se puede negar que, como todo imperio que se precie, Estados Unidos tiene actos terribles en el debe (Vietnam, Irak, Afganistán…); pero tiene en el haber dos guerras mundiales y una Guerra Fría que han preservado el sistema democrático en sus momentos más críticos; y no lo hizo solo, logró formar alianzas con países europeos para llevarlo a cabo. Si el sistema americano se viniera abajo más de uno de nuestros países iba a sufrir las consecuencias. Pero cuatro años de Trump no bastarán para sumir Estados Unidos en la bancarrota política; de hecho, Estados Unidos tiene la vitola de haberse reinventado a sí mismo tras las más graves crisis: Guerra civil, crack del 29, asesinatos de los Kennedy y Luther King, Nixon… Hay motivos para confiar en que Trump no se saldrá con la suya.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.