Secciones
Servicios
Destacamos
A medida que la democracia devino en sistema predominante en Occidente, las monarquías se fueron convirtiendo en instituciones trasnochadas a las que se les práctico ... una operación de cambio de sexo convirtiéndolas en parlamentarias. Funcionan desde entonces como democracias pero tienen los mismos problemas que todos los 'Trans': aunque a efectos legales se le reconozca su nuevo sexo, y uno les confiera conscientemente todo el respeto que merecen, inconscientemente no se acaba de verlos como a los que naturalmente nacieron con él.
Fue en la república donde cuagularon por primera vez las ideas democráticas, desde su nacimiento en la Grecia clásica, cuando en el año 507 AC Clístenes introdujo una reforma que denominó Demokratia; cuya traducción sería 'gobierno del pueblo': demos, pueblo y kratos, poder. En Inglaterra, donde primero se realizó dicha cirugía plástica, es donde la idea monárquica ha persistido más viva que en cualquier otro lugar de Occidente (en Oriente las monarquías siguen siendo absolutas), pero con la muerte de Isabel II la cuestión ha vuelto a ponerse en el candelero y el libro de Harry de Sussex está sirviendo de vehículo sentimental a un debate que debiera ser mucho más racional.
Con el fin de mantener una recomendable distancia, y dado que Inglaterra es el país donde más aceptada y asentada es y está la monarquía, permítanme usarlo de modelo. En 1960 se terminaba el protectorado franco-español de Marruecos aunque seguiría vigente el del Sáhara español hasta 1975. Francia, por su parte, mantenía el dominio en Argelia y otras ocho colonias del África occidental, si bien en franco proceso de autonomizarse. Inglaterra también le veía las orejas al lobo. Al final de la II Guerra Mundial tenía 10 veces más población viviendo en sus colonias que en las islas británicas, ya entonces Orwell había advertido la hipocresía de los ingleses de a pie al ignorar olímpicamente su condición Imperial; en 1950 Inglaterra controlaba gran parte de África Asia y el Caribe, pero una encuesta oficial mostraba que el 60% de la población era incapaz de nombrar una sola de sus colonias.
No así la aristocracia y, especialmente, la familia real. Con ocasión de un viaje a las colonias, Felipe, príncipe consorte, observó que 50 años atrás Gran Bretaña controlaba una quinta parte de la población mundial pero, ahora, India, Pakistán, Sudáfrica, Irak, Jordania, Birmania y Ceilán se habían independizado. Aunque el gobierno no quiso hacerse cargo del asunto, y menos aún tomar medidas para frenar la hemorragia de la Commonwealth, enviaban en su lugar a la familia real a encalar las paredes del imperio para enmascarar su desmoronamiento. En los diez años siguientes se independizaron otras 12 colonias esparcidas por todo el tercer mundo; por orden alfabético, Chipre, Ghana, Jamaica, Kenia, Kuwait, Malasia, Nigeria, Sierra Leona, Somalia, Sudán y Tanganica.
El sentimiento de fragilidad del objeto y la viabilidad de la monarquía es evidente, como sostener su obsesión. No es extraño que el rey experimente miedo y pánico a perder el atractivo popular y ello se nota en todos sus actos. Una especie de combate esquizofrénico entre el personaje real y la persona privada, sin duda más evidente en Carlos III. La escandalosa vida privada de éste, las conflictivas relaciones con su madre, su esposa y su amante, mientras pretendía no desdorar su imagen y presionaba para que la madre abdicase en él. Ahora, la pompa y circunstancia de su muy demorado acceso al trono.
Y para terminar de arreglarlo, el decadente espectáculo de los adalides en la defensa de la monarquía, los gobiernos conservadores, exhibiendo tres distintos primeros ministros en el último año y tres formas muy diferentes de gobernar.
La guinda del pastel, el libro de Harry; la exposición egocéntrica y sentimental de sus conflictos familiares. Nada que ver con el sistema monárquico pero mucho que ver con la familia real.
Vuelvo a España para concluir. En cierto sentido la situación de la monarquía española es inversa a la británica. En España el virtuoso es Felipe VI y el de vida escandalosa su padre. Pero sí obviamos esta circunstancia, pienso que las angustias susodichas se reflejan más de una vez en el rostro de la familia real; aunque los medios de comunicación traten de mitigarlo.
La izquierda no puede disimular el rechazo de una institución cuya imagen simboliza mejor que ninguna otra los privilegios heredados por sus 'enemigos' de clase. Nunca ha podido entender por completo el atractivo popular que tiene la monarquía ni el espíritu de emulación a la clase alta.
Como indicaba la semana pasada (DM 6/02), «el programa de Sánchez está claro: convertir el sistema autonómico en federal y, en un plazo indeterminado, convertir la monarquía en república. Su plan de acción es coligarse con las formaciones a la izquierda del PSOE para implantar y consolidar el nuevo sistema». A la derecha le corresponde defender la monarquía parlamentaria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.