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He hablado de González en múltiples ocasiones; pero hay otros personajes que, sin llegar a presidentes, estuvieron en primera línea. Pienso en Boyer, Solchaga, Ordóñez, Solves, Rubalcaba, Bono, Borrel, Calviño... En la izquierda internacional me vienen a la memoria todos los primeros ministros laboristas, si ... bien yo solo tuve experiencia directa de Harold Wilson, Tony Blair y Gordon Brown; del partido Demócrata americano me quedo con Franklin Roosevelt, pero destaco a Johnson, Carter, Clinton y Obama (a J.F. Kennedy apenas le dejaron gobernar un par de años); luego recuerdo a Willy Brand en Alemania, Craxi y Berlinguer en Italia, Mitterrand en Francia…
Espero que los citados evoquen lo que yo añoro: esa izquierda pragmática, no por ello menos visionaria, con una percepción clara y de largo alcance, que reniega del pasado revolucionario y del presente pseudo progresista. Estos últimos, en desesperada búsqueda de nuevos sujetos revolucionarios que sustituyan al proletariado: feministas, LGTB… y todas aquellas minorías que hacen del victimismo su bandera.
Los personajes emblemáticos de la izquierda actual no han perdido la brújula; pero navegan por aguas inexploradas y la ruta ya no apunta al norte, ese norte que tanto ha iluminado a la izquierda española durante tanto tiempo. En su lugar, apuntan a modelos plebiscitarios más propios de otros puntos cardinales; o bien de pura cosecha carpetobetónica. ¿Dónde está esa izquierda que sabía sentarse con el líder de la oposición mayoritaria para llegar a soluciones constructivas? Ahora se retroalimenta con las posiciones extremistas de la izquierda; y no es eso lo peor, sino que pacta con los nacionalismos periféricos y da pábulo a irrealizables sueños independentistas, abriéndose, no ya al clásico proyecto Federal del PSOE, sino entreteniendo ambiguas confederaciones que culminarían en una no menos imposible Confederación Ibérica. ¿Han consultado este proyecto con nuestros vecinos? Lo pregunto porque cuando lo he sacado a colación en conversaciones informales, los portugueses presentes salían despavoridos solo de imaginar que un gobierno en Madrid tuviera algo que decir sobre cómo gobernarse en Portugal.
Los actuales dirigentes del PSOE no se chupan los dedos. El sueño húmedo que alimentan en las mentes calenturientas de sus socios y apoyos parlamentarios solo persigue un fin: seguir al frente del gobierno español sine die; y que los nacionalistas releguen sus ansias independentistas ad calendas grecas.
El resultado es un sudoku para el que no tienen respuesta, e improvisan respuestas sobre la marcha que solo sirven para seguir tirando. Los nacionalistas periféricos le han tomado el número de la matrícula a Sánchez, y no se les escapa. Ya no engaña a nadie más que a sus incondicionales. Eso que vitupera con carcajadas destempladas a los actuales líderes de la derecha.
¿Qué probabilidades hay de que esta izquierda vuelva por sus fueros? Hoy, desde luego, esa posibilidad no se percibe. Mientras Sánchez siga aplicando su 'manual de resistencia', y la carambola final le salga bien contra todo pronóstico, seguirá su camino hacia una democracia plebiscitaria; envidia de una izquierda europea que sueña con emular, dadas las luctuosas circunstancias por la que atraviesa en tantos países. No solo en Europa; en América Latina el modelo a seguir hoy, desde la izquierda, se reparte entre López Obrador, Gustavo Petro, Lula y Boric. Quiero decir que el riesgo de que el izquierdismo acabe deglutiendo a los partidos socialistas tradicionales está ahí. Y es lo bastante grande como para consolidarse a más largo plazo. El orden mundial alternativo que propugnan Xi y Putin no solo no haría ascos a esta salida, sino que estarían encantados.
Como vengo diciendo, el mayor problema es que en casi todos los países occidentales el sistema está en crisis. Una crisis de confianza que echa raíces en un sector cada vez más amplio de la población. Esta crisis es el caldo de cultivo de la polarización política –más conocida como sectarismo, heredero éste del tribalismo–. Esta polarización, a su vez, lleva a los aspirantes al liderazgo político a recurrir al miedo que la inseguridad instila en el ciudadano, presentándose como garantes de la seguridad y el orden. Pero un sistema cuyo principal objetivo es la seguridad y el orden se da de patadas con la sofisticación de los objetivos del sistema democrático. Irse al otro extremo, llámese neoliberalismo o pseudo progresismo, lleva al libertarismo ácrata o a la democracia plebiscitaria, sistemas que pervierten la democracia representativa que, supuestamente, es el estatus quo en el que nos desenvolvemos.
En mi añoranza, sueño con la reaparición de un partido de centro-centro –antes UPyD, seguido de Ciudadanos– por aquello de que a la tercera va la vencida. Este partido considerado bisagra, si cuajara como tal, podría ser la salvación de nuestro sistema.
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