Secciones
Servicios
Destacamos
Estaba, más bien, mal enterrada por el neoliberalismo y por una izquierda desnortada que ha hecho de las políticas identitarias (reemplazando la lucha de clases por la lucha de sexos, la defensa de la inmigración, los derechos LGTB…) hoy, su principal foco de atención; abandonando ... por el camino a la clase trabajadora a su propia –mala– suerte.
El mundo al revés: las banderas de la clase trabajadora han sido tomadas por la derecha radical, y con su apoyo están copando gobierno tras gobierno en Europa… y ¡Estados Unidos!. El único consuelo es que, del mismo modo que la lucha de clases nunca logró alcanzar sus objetivos finales con la extrema izquierda, probablemente termine por ocurrir lo mismo con la extrema derecha. Pero entretanto vamos a vivir tiempos muy revueltos que podrían quemar a toda una generación.
Entretanto el mercado laboral ha dejado de apoyarse mayoritariamente en la fuerza física; el trabajo se reparte, más o menos, entre agricultura 2% manufactura 8% y servicios 90%. En su lugar, el trabajador/a suele estar sentado frente a algún tipo de pantalla para realizar sus tareas. Este cambio ha beneficiado objetivamente a las trabajadoras, que hoy compiten de igual a igual con los trabajadores, creando entre los hombres la preocupación de que están perdiendo la guerra de los sexos.
Esto ha provocado cambios sociológicos fundamentales que, a su vez, se reflejan en la orientación del voto: el trabajador blanco, que antes votaba a la izquierda, ahora se ha pasado a la extrema derecha en países como EE UU, Francia o Italia porque las diferencias de clase le importan mucho más que las identitarias. ¿Por qué ha de luchar dicho trabajador por el bienestar de los inmigrantes ilegales o la discriminación positiva a favor de las trabajadoras, no digamos ya los derechos LGTB? A lo cual habría que sumar el cambio climático, otro favorito de la izquierda que deja fuera de juego a muchos trabajadores en industrias tradicionales (petroleras, gasolineras, eléctricas, transporte…)
El actual sistema democrático está degradado. A la derecha, un neoliberalismo que ha sustituido el respeto a la igual dignidad de los individuos, a través de la igualdad ante la ley que protege sus derechos sin distinción de razas sexo o clase social, a la vez que el contrapeso entre los tres poderes políticos constriñe la capacidad del Estado para interferir en esos derechos; en su lugar, el neoliberalismo ha santificado los mercados y reduce muy significativamente la capacidad de los gobiernos para proteger a los damnificados por los cambios en la economía, mediante la redistribución de la riqueza. A la izquierda, una versión neoliberal ha sustituido las clásicas políticas socialdemócratas de defensa de los intereses de los trabajadores, por la defensa de grupos identitarios marginados, para capturar sus votos; la izquierda ha utilizado el poder del Estado para promover cambios sociales que benefician específicamente a dichos grupos, en lugar de ponerse al servicio de una justicia sin distinciones. La más significativa desigualdad, la principal barrera divisoria de nuestro tiempo, la llamada educación superior, no ha hecho sino incrementar las diferencias.
Pero dicha degradación ha terminado pasando una factura muy cara a ambas ideologías: el populismo. Los damnificados por el sistema de libertad de mercados sin fronteras, que ha precarizado sus medios de subsistencia mientras creaba una nueva clase de súper-ricos; amén de por unos progresistas que parecían preocuparse más por las mujeres los inmigrantes y el cambio climático que por la precaria condición de los sufridos trabajadores; han logrado el milagro de que una mayoría de votantes se arroje en los brazos de grupos que nacieron marginales, y nunca debieron salir de sus nichos respectivos, mientras los tradicionales partidos mayoritarios se desintegran a ojos vistas.
La lucha de clases ha resucitado y, como en toda resurrección de pro, lo hace en cuerpo glorioso; como prueba la resonante victoria del trumpismo o de Meloni o Le Pen, sin desestimar lo logrado en Holanda Hungría Austria Suecia Finlandia Eslovaquia, y lo que puedan lograr Alternativa por Alemania, Dinamarca y nuestro conocido Vox. A la mayoría de la clase trabajadora le trae al pairo la amenaza a la democracia liberal que representan los citados populistas. La democracia liberal les ha fallado literalmente así que, que la defiendan los que se beneficiaron de ella, si es que saben y pueden, porque ellos están con la oposición. De la oposición a la democracia hablaremos la semana que viene.
Por si lo han olvidado, un servidor siempre ha creído que la idea original de una democracia cristiana inspirada en la moderna doctrina social de la iglesia, la idea de sustituir la lucha de clases por la cooperación entre las clases, es la única salida sostenible al conflicto de intereses –irresoluble– entre el empresariado y su mano de obra. Pero los partidos democristianos de antaño, o han desaparecido hogaño o también andan muy desmontados. ¡Líbralos, Señor, del contubernio con la extrema derecha!
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.