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Me preguntaba hace un par de semanas ('Asesinato' DM 8/7) «¿A qué grado de ignominia ha llegado la política americana?»; donde ilustraba el asesinato político de Joe Biden a manos de Donald Trump. Así pues, el intento de asesinato –este real– de Trump me ... parece un nuevo paso hacia la repetición de la Guerra Civil. Lo cual me sugiere una nueva pregunta ¿en qué punto la guerra civil fría se convierte en caliente; dónde está el punto de no retorno?
En el caso de Trump uno se siente tentado de decir aquello de «el que a fierro mata a fierro muere»; lo cual se habría cumplido de haber discurrido la trayectoria de la bala un solo centímetro más a su izquierda. A los republicanos en general y a los operadores de su campaña en particular les ha sobrado tiempo para culpar a los demócratas, que han presentado a Trump como un peligro existencial para la democracia, como autores intelectuales del atentado.
Pero, una vez más, las culpas están muy repartidas. Si hay alguien que lleva mucho tiempo incitando directamente a la violencia ese ha sido Trump. De hecho –genio y figura– al reaparecer, desde debajo del atril donde se había refugiado tras sentir el impacto de la bala en su oreja, lo hizo con el puño en alto y gritando sin cesar «¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!». El mismo Trump que ha calificado de 'excelsos patriotas' a los que protagonizaron el asalto al Congreso el 6/1/21. Asalto que se produjo inmediatamente después de un discurso incitador, donde entre otras cosas prometió que encabezaría la manifestación (sus guardaespaldas se lo impidieron). El Trump que, en fin, ha afirmado que si pierde las inminentes elecciones habrá un baño de sangre.
Y, no lo duden, este partido republicano no hará nada para prohibir la venta de armas de asalto, que hoy se venden sin apenas control no solo en armerías sino en una famosa cadena de supermercados. Las existencias de estos fusiles en manos particulares se estima que sobrepasan los cuarenta millones. Si alguno piensa que exagero al elucubrar sobre una potencial guerra civil caliente, quizá este número le haga reflexionar.
Si Trump ya era presentado por su partido como un auténtico mártir de la causa, perseguido por una justicia vendida a los Demócratas, la Convención Republicana de esta semana ha reforzado esa imagen ad nausean. Todo parece indicar que el atentado ha sido cometido por un lobo solitario; pero no dejaron que tal dato les estropeara la coreografía, donde la imagen de un Trump combativo, puño en alto y con un chorrete de sangre en la mejilla, ha sido el icono alrededor del cual ha girado todo el espectáculo. Mientras, alrededor del recinto de la Convención pasearon milicias privadas armadas hasta los dientes.
Los demócratas, entre tanto, se han puesto a la defensiva. El partido, que se mostraba profundamente dividido por la cada vez más evidente incompetencia del candidato Biden para otros cuatro años de mandato, es probable que se apiñe a su alrededor y, como un solo hombre, se dirijan de cabeza a la debacle. Eso sí, más combativos anti trumpistas que nunca; cuando su única e improbable salida sería la designación de un candidato centrado en las respuestas a los problemas que realmente preocupan al ciudadano de a pie, relegando a un segundo término la demonización de un Trump que ha sido entronizado en los altares del imaginario colectivo. Es decir, que le van a entregar a Trump la elección en bandeja de plata.
He intentado explicar más de una vez un concepto muy manejado por los antropólogos: la dependencia de la senda. Pero un buen ejemplo vale más que mil palabras y este atentado pienso que lo ilustra. Vuelvo al punto de no retorno: cuando la senda, frecuentada por cada vez mayor número de viandantes, se ha terminado de construir, es muy difícil, casi imposible, construir una ruta alternativa. Los viandantes están condenados a seguir usándola en su camino por la vida. La senda que sin querer queriendo se ha construido es el nacionalismo.
Nos engañaron haciéndonos creer que los nacionalismos se habían superado, y que ahora viviríamos en un mundo globalizado, no redondo sino plano. De pronto, el nacionalismo ha regresado con incontrolables deseos de venganza: contra el enemigo interior, guerra civil; y contra los enemigos exteriores, guerra mundial.
Vienen a cuento un par de versículos apocalípticos de Lucas (23, 28-29): Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad, vendrán días en los que dirán: «Dichosas las estériles, los vientres que no engendraron y los pechos que no criaron». Pasado el ecuador de los ochenta yo ya no lo sufriré; pero nuestros hijos y sus hijos van a tener que lidiar el toro más 'miura' de todos los tiempos.
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