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Hace por lo menos cuatro siglos los cronistas aprendieron a diferenciar entre «el gobierno de los más ricos» y «el gobierno de los mejores», por causa de la progresiva democratización del gobierno: el parlamentarismo. A partir de ese momento los más ricos pasaron a influir ... en los gobernantes electos para que dieran prioridad a sus intereses personales sobre los intereses del común. No que siempre les hicieran caso, pero siempre los tuvieron muy en cuenta. Con anterioridad, los más ricos habían procurado influir en el monarca absoluto con el mismo propósito; y, este, en parte los contentaba y en parte les cortaba las alas. Lo que desde siempre se ha llamado «la lucha por el poder».
La cuestión es que de un tiempo a esta parte esa línea divisoria se ha ido difuminando de tal manera que hoy en día, principalmente en Estados Unidos, «los más ricos» se hacen pasar también por «los mejores»: la aristocracia del dinero. Se veía venir; desde hace años la ecuación dinero=poder define la dinámica del poder, tan bien como la Primera Ley del Movimiento de Newton explica la de los cuerpos físicos.
La oligarquía Industrial-tecnológica, conocida como «los Siete Magníficos» –Microsoft, Apple, Amazon, Nvidia, Tesla, Meta y Alphabet– tiene un par de filósofos, Peter Thiel y Marc Andreessen, que hablan de un «nuevo» sistema político al que llaman «monarquía CEO», siglas con las que se denomina a los presidentes ejecutivos de las grandes corporaciones. Dichos filósofos se basan en la idea de que todas las corporaciones están gobernadas como si fueran monarquías absolutas, donde el CEO es el emperador. Un modelo exitoso, según prueban los Siete Magníficos. ¿Hasta cuándo vamos a negar la evidencia de que la democracia liberal, que funcionó razonablemente bien con Reagan y Clinton, entró en barrena tras la segunda legislatura de Obama? se preguntan… Y ellos mismos responden que tiene que ser sustituida por una monarquía CEO. ¡Olé!
Donald Trump, por supuesto, se considera el más exitoso CEO que han conocido los siglos y va a coronar su carrera como emperador de la mayor corporación mundial: Estados Unidos. Tras la victoria electoral del republicano, los Siete Magníficos tiran cohetes para celebrarlo; pero sus filósofos lo leen de otra manera.
Según estos, la primera legislatura de Trump fracasó porque él y su círculo más próximo fueron los primeros sorprendidos de la victoria en 2016 y no estaban preparados para la tarea. Habían hecho campaña como insurgentes y ahora se sentían extraños en un paraíso administrativo del que desconocían lo más importante. No contaban con el mínimo de recursos humanos experimentados para popular los departamentos con fieles a la causa; así que hubieron de recurrir al fondo de armario de un partido Republicano que desconfiaba de su capacidad casi tanto como los medios de comunicación con su virulenta oposición.
Siguiendo con el relato de los filósofos: los Siete Magníficos habían congeniado con Clinton y, especialmente, con su vicepresidente filo-tecnológico Gore; pero con Obama y, sobre todo, con Biden se han visto perseguidos. La demonización de las criptomonedas, primero, y ahora de la IA han puesto en serio riesgo la supervivencia de sus empresas. Y se han agarrado a Trump como tabla de salvación. Durante los cuatro años del mandato Demócrata se han preparado a fondo, han conformado un equipo de «fieles» luchando contra los «woke», los medios, el gobierno y los Republicanos de la vieja guardia. Se han baqueteado, se ha producido una selección natural y solo han quedado los mejores. Están listos para efectuar el cambio de régimen.
Siguen el relato, diciendo que las riendas del nuevo régimen las está tomando una élite responsable. El hecho de que a su frente estuviera un espantapájaros no impediría que el poder real sea ejercido por los miembros de dicha élite. De hecho, el valido del emperador es un visionario CEO de Silicon Valley que ha materializado no una sino dos grandes corporaciones con el personal más selecto de las universidades y la Administración pública (Elon Musk). La nueva élite proviene del sector privado donde la monarquía CEO ha perfeccionado un nuevo arte de gobernar. Estos CEO han construido organizaciones con igual o mayor número de personal cualificado, y con un nivel de inteligencia claramente superior al que cualquier gobierno puede requerir. Los designados para los puestos clave son líderes con espíritu de servicio, altura de miras y gran resiliencia. Listos para triunfar. Reconocen, sin embargo, que los burócratas del antiguo régimen también fueron seleccionados entre los mejores cerebros del país; pero su gobierno los utilizó para intentar destruir a la nueva élite empresarial. El nuevo régimen va a soplar a favor.
En cuanto a la población en general, dicen que se le procurarán las comodidades de mayor demanda y los juguetes (teléfonos, consolas, drogas recreativas, dildos…) que prefieran para su entretenimiento. ¡Acabáramos!: Nada distinto de las prácticas del régimen precedente.
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Ana del Castillo
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