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Siempre me fascinó ese famoso aforismo atribuido a Mark Twain, «la historia nunca se repite pero muchas veces rima». Los jefes de estado que en estos días se congregan para dirimir sobre el conflicto de Oriente Medio, deberían prestar mucha atención a los ecos de ... la historia y evitar la repetición de las notas más discordantes del pasado. Pero una vez más me siento como el loco que predica en el desierto, mientras en sus cancillerías los líderes mundiales andan ya repartiéndose los papeles para la representación de la III Guerra Mundial. Netanyahu y Zelinski, en el papel de Churchill; Biden –primer acto– y Trump –segundo acto– en el papel de Roosevelt; a Putin le han asignado el papel de Hitler; al Ayatolá Khamenei el de Mussolini; a Xi Jinping el de Hirohito –primer acto– y el de Stalin –segundo acto–. El libreto, como siempre en la historia, se va a ir escribiendo a medida que transcurran los acontecimientos.
Por lo que llevamos viendo –apenas el prólogo– parece claro que Netanyahu, como antaño su héroe Churchill, está empeñado en arrastrar a Biden a la participación directa en el conflicto, para así ganar la guerra de Oriente Medio. Pero Biden, como en su día Roosevelt, sabe que el pueblo americano todavía no está preparado, y se 'limita' a proporcionar apoyo incondicional de armas, municiones, inteligencia, y coordinación operativa en intervenciones puntuales junto a sus aliados tradicionales, Inglaterra y Francia; a las que se han sumado algunos países de Oriente Medio que temen una guerra directa entre Irán e Israel tanto o más que EEUU.
Netanyahu, como hizo Churchill, no va a soltar el hueso hasta salirse con la suya; aunque sabe que Oriente Medio es solo la mitad de lo que está en juego y que el premio gordo es Rusia. En esta tragedia Putin juega el papel expansionista de Hitler y, como aquel, si por él fuese se anexionaría toda Europa central y ejercería una influencia decisiva en el oeste de Europa. Eso sí que le permitiría volver a ser la gran potencia que otrora fue y hablar de igual a igual con Estados Unidos y China.
El papel de Biden, como digo, es el que ya estamos presenciando en Ucrania e Israel, y es el que jugó Roosevelt durante los dos-tres primeros años de la campaña Europea. La señal de que la entrada directa en la contienda no podía esperar más sería el ataque a Pearl Harbor; pero Roosevelt aprovechó esos primeros años no solo para apoyar incondicionalmente a Inglaterra, sino para acelerar la economía de guerra americana. La producción de armamento y municiones, a la vez que utilizaba los medios de comunicación para ir preparando al pueblo a lo que resultaría inevitable.
Trump parece estar jugando hoy el papel de Limberg en los prolegómenos de la II Guerra Mundial; pero si, como parece cada vez más probable, vuelve a ganar la presidencia, sus veleidades de hacer la paz con Putin y resolver el conflicto de Oriente Medio a favor de Israel, para centrarse en la guerra comercial e industrial con China, se irían al cajón de las promesas incumplidas.
China debe saber, como en su día Japón con Pearl Harbor, que la invasión de Taiwán forzaría a Estados Unidos a entrar directamente en guerra en el frente oriental. Si China se atreve a invadir Taiwán, sería para obligar a Estados Unidos a actuar en dos frentes simultáneamente, Europa y Asia. Las cosas así la Alianza Atlántica se acuerda de Kissinger, que siempre sostuvo que el primer objetivo de Occidente es impedir la alianza de China con Rusia.
Es aquí donde se saca a colación la idea de que XI juegue hoy, el papel que jugó Stalin en la II Guerra Mundial aliándose con los países que hicieron frente a Hitler. Pareciera que el trumpismo quiere aliarse, como entonces Limberg con Hitler, con la Rusia de Putin contra China. Pero si Trump necesitase conservar la alianza con Europa para poder luchar en los dos frentes a la vez, la idea de aliarse con Putin nacería muerta.
Todas estas especulaciones vienen a cuento porque los actos –no las palabras– de los diferentes actores, a mi juicio, nos acercan cada vez más a la III Guerra Mundial. Aquí los hechos no solo rimarían con la Segunda, sino que hoy concuerdan con la forma en que se inició la Primera. Entonces, la dinámica de acción/reacción llevó a que cada país tomara represalias, ante las provocaciones del vecino, a las que este respondía con represalias aún mayores; pero ninguno estuvo dispuesto a reconoce sus debilidades, lo que llevó a una inevitable escalada que terminaría desencadenando una Gran Guerra. Cosa que ninguno deseaba pero que terminó perjudicando a todos los países europeos.
En guerra, no hay buenos y malos sino todo lo contrario: seres humanos.
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