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Les confieso que el primitivo título de esta Tribuna era 'Frankenstein 2'. Lo pensé mejor, me dije que ya estaba bien de frivolidades, y me decidí por un planteamiento más razonable; a pesar de lo difícil que resulta razonar en una atmósfera tan cargada de ... resentimiento, y las ominosas premoniciones subsecuentes, todo ello propio del extremo sectarismo aposentado en nuestros lares.
Lo primero que me propongo hacer es pasar página de estas elecciones a degüello, no entrar al análisis de lo que vaya a suceder de aquí a que se forme un gobierno más o menos estable, cruzando de nuevo todas las líneas rojas que les salgan al paso con el fin de conquistar la presidencia, y centrarme en lo que realmente importa y preocupa a los españoles de a pie (esos que han demostrado ser más o menos incólumes a las mentiras y promesas incumplibles, para votar como vienen haciendo desde siempre solo que con mayor escepticismo aún si cabe). Mientras resista nuestra democracia (creo que estas elecciones han confirmado su mala salud de hierro) el futuro del país está en sus manos bastante más de lo que pensamos.
Ello no quita para que nos planteemos las evidentes limitaciones de nuestro actual sistema y las necesarias medidas reconstituyentes. Creo que somos muchos los que sentimos la necesidad de una segunda Transición, aunque pocos se atreven a formularlo en voz alta. Tampoco se formuló en esos términos durante la primera (1976-82) sino que se llevó a cabo mayormente en los cenáculos políticos y supimos de ella por hechos puntuales –el más llamativo la legalización del PCE– que nos sorprendieron una vez consumados. La discreción al respecto parece ser una de las claves del éxito. Tomar con mucha reserva lo que digan en público.
Salvando todas las distancias, esta vez el devenir democrático le ha asignado el papel de Suárez a Feijóo y a Felipe González el de Carrillo. Es fácil imaginar al viejo González como pieza clave en la reconducción del PSOE tras la actual etapa Largo-caballerista, ya lo hizo entonces con un PSOE histórico que se reclamaba marxista y se situaba a la izquierda del PCE. Más fácil aún imaginarle interlocutor válido de Feijóo. La incógnita aquí es Feijóo ¿tiene la habilidad y el cuajo que entonces tuvo Suárez para maniobrar frente a la derecha dura –no solo de Vox sino los de su propio partido– imponiendo su autoridad? Dado el resultado de las elecciones el proyecto puede retrasarse entre cuatro meses y cuatro años, pero su necesidad seguirá estando vigente.
Algún día el PSOE tendrá que desenganchar a Sánchez de la Secretaría General. Feijóo, por su parte, tendría que desconectar a ciertos personajes que le han ayudado a obtener esta victoria insuficiente, pero que no creen en su proyecto moderado y serían tóxicos de cara a la tarea que le espera. Sigo creyendo que si alguien puede liderar la segunda Transición ese personaje es alguien con la experiencia y la trayectoria de Feijóo. De hecho, lo primero que ha hecho este, tras reconocer lo precario de su situación, ha sido ofrecer al PSOE cinco Compromisos de Estado en la línea de aquella primera Transición, lo que pone de manifiesto su convencimiento de que esa es la línea a seguir. Pienso que sería un error garrafal que su partido le retirara la confianza o que él, a la vista de la improba tarea que le espera, decidiese renunciar.
Pero no nos engañemos. La situación actual, como he señalado en otras ocasiones, está más próxima a una guerra civil fría que a un consenso socio-político. De hecho, a este respecto, parecemos estar de nuevo en 1936 y ante el precario triunfo de un frente popular dirigido por un Sánchez largo-caballerista. Ni González tiene hoy el control del partido que ejercía Carrillo sobre el PCE, ni Sumar se parece a aquel partido eurocomunista (es decir, socialdemócrata). Más bien, las huestes de Yolanda Díaz no parecen apreciar las virtudes de la primera Transición y se agarran a su proyecto confederal. He aquí el primer gran obstáculo a la segunda Transición.
El segundo obstáculo no es menor que el primero. La derecha dura española no acepta menos que una victoria en toda regla sobre el sanchismo y sus socios; es decir, sobre los nacionalismos periféricos y sus valedores a la izquierda. Pero la tarea de la segunda Transición habría de girar en torno a asuntos de Estado que exigen consenso entre partidos con intereses contrapuestos (transacciones win-win) y por tanto han de estar fuera de la confrontación partidista (las operaciones de suma-cero): reforma de la Constitución; reforma electoral; redistribución de competencias entre gobierno y autonomías (sanidad, ley de educación…); política territorial; plan tecnológico; y política internacional.
Espero que Feijóo aguante el golpe y logre llevar el proyecto a cabo, porque de que España lo necesita no me cabe ninguna duda.
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