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Está columna se la dedico a mis amigos conservadores. El legítimo y muy comprensible deseo de expulsar a las tinieblas exteriores el radicalismo de izquierda instalado en el gobierno, y sus socios separatistas, hace que miren para otro lado ante el peligro que representa el ... radicalismo de derechas. El humo ciega sus ojos me temo.
Como he hecho a propósito de la monarquía prefiero referirme a la historia de otro país europeo, en este caso Italia, para hablar del posible futuro de España sin perder la compostura. En los años 90 del siglo pasado el bipartidismo italiano (Gobierno democristiano/oposición comunista) estaba contra las cuerdas. El sistema se sostenía a duras penas con una coalición de cinco partidos acosada por el movimiento anticorrupción 'Manos limpias'. En 1994 Berlusconi funda un partido con el eslogan del equipo de fútbol nacional, Forza Italia, y gana las elecciones generales ¡tres meses después! aliado con los separatistas de la Lega Nord y los neofascistas de Alianza Nazional. Lo quizá temido pero inesperado se hacía realidad. El populismo más descarado, aliado con la extrema derecha, camparía por sus respetos durante 19 años. De hecho, todavía sigue haciéndolo.
El proyecto estrella de Berlusconi era la reforma de la Constitución, alegando que la Constitución vigente estaba inspirada en la Unión Soviética; a poco de ganar las elecciones Berlusconi había definido su coalición como de centro-derecha y a todo lo que había a su izquierda como continuadores de la extinta URSS. Su proyecto se aprobó en el Congreso en 2004, pero fue rechazado en el referéndum de aprobación. Otra reforma que sí se llevó a efecto –esta no requería de referéndum– fue una nueva ley electoral, diseñada de forma unilateral con el objeto de mejorar sus posibilidades de éxito. Esta vez su derrota fue en las urnas electorales. Pero no por eso tiró la toalla, su coalición no aceptó la derrota y siguió gobernando dos años más hasta verse abocado a dimitir.
El sistema político italiano nunca ha conseguido recuperarse. Tras diez años de inestables coaliciones y dos gobiernos de expertos no electos, en 2022 ha triunfado el movimiento de Fratelli d'italia, en cuyo escudo figura la misma llama tricolor de los neofascistas. Aunque el partido fue fundado en 2012 no empezó a tomar impulso hasta las elecciones regionales de 2018 para ganar las generales en 2022. Meloni se ha convertido en primera ministra.
La ideología de Fratelli d'Italia está enraizada en la historia y los valores tradicionales del neofascismo: conservadurismo y nacionalismo a ultranza. Ello se traduce socialmente en el rechazo del aborto, la eutanasia, los matrimonios homosexuales, la gestación subrogada, la penalización de los actos discriminatorios por razón de sexo, orientación sexual o identidad de género, mientras aboga por la implantación de fuertes restricciones a la inmigración legal o ilegal y denuncia una islamización de Europa. En cuestiones económicas se apunta al neoliberalismo, propone una reforma fiscal introduciendo un impuesto único para todos (multimillonarios incluidos), la supresión de la renta básica en todas sus acepciones, la prioridad en el empleo y la vivienda para los italianos.
Para explicar su plan de acción voy a recurrir a la descripción que Javier Marías pone en boca de un viejo liberal inglés catedrático de Oxford. «Todo puede ser deformado, torcido, anulado, borrado (...) tú no sabes lo espantoso que es cuando quien decide negarte tiene poder e influjo, o cuando son muchos puestos de acuerdo, o puede no hacer falta siquiera el acuerdo, basta con una insidia que prenda y contagie, es como un incendio, y convenza a otros, es una epidemia (...) Tú no sabes lo peligrosa que es la gente persuasiva. Has de tener presente que la mayoría de la gente es tonta. Tonta y frívola y crédula, no sabes hasta qué punto, una permanente hoja en blanco, sin la menor huella ni resistencia (...) El persuasor cuenta con eso, cuenta incluso más de la cuenta y sin embargo no se equivoca nunca (...) eso le confiere una audacia sin límites. Pero si es bueno nunca yerra». (Tu rostro mañana 1, 123-124).
Hablen, hablen con militantes de VOX (yo lo he hecho) y le explicarán que el actual espectro político español se compone de derecha (VOX), centro (PP)... y a continuación siguen los socialcomunistas, filoetarras y separatistas; pero en su Constitución estos habrán sido proscritos. Lean, lean las encuestas de El Mundo y verán que todos los antiguos votantes de Ciudadanos y 790.000 del PSOE ahora votarían PP; así pues, los liberales y el centro-izquierda habrían sido captados por este. Es obvio que al situar al PP en el centro, VOX pretende captar todo el voto de derecha que hoy vota PP. En Hungría a esto lo llaman democracia iliberal, en el tardofranquismo a esto lo llamaban democracia orgánica, y yo lo llamo partido único.
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