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La tribu hitleriana se hacía llamar nazi, una contracción de nacional-socialismo, su ideología. La tribu trumpista se denomina MAGA, acrónimo inglés de 'Renacer la Grandeza de América', cuya ideología es el nacional-populismo. Para quienes se resisten a reconocer el paralelismo entre estas dos ... ideologías, donde 'populismo' equivaldría a 'socialismo', no tienen más que escuchar el programa radiofónico del primer ideólogo de MAGA, Steve Bannon: The war room (Gabinete de guerra). En una entrevista con la cadena ABC americana, Bannon lo ha sumarizado para todo el que quiera oírle. Oírlo con la máxima atención es lo que ha hecho un servidor, y estas son mis conclusiones.
El plan de Hitler e Hirohito, durante el período de entreguerras mundiales, era desarrollar el hipernacionalismo en sus respectivos países y expandir sus respectivas áreas de influencia para imperar en el mundo: Eurasia para Alemania y el Este de Asia para Japón; quedaba el continente americano, dejado en manos de Estados Unidos, y África junto a Oriente Medio en disputa entre los tres bloques, que se alternarían para su control. George Orwell lo noveliza en '1984'. Pero el insuperable problema de Hitler e Hirohito fue que sus respectivos países no tenían la masa crítica –ni territorial, ni poblacional, ni militar, ni económica– para imponer sus respectivos imperios, y acabaron derrotados en toda la línea.
Demos un salto al siglo XXI. La diferencia es que Estados Unidos y China sí tienen la potencial 'masa crítica' para realizar aquel plan. Al decir de Steve Bannon, el movimiento MAGA ha sido elegido por los hados del destino para llevar a buen puerto la parte correspondiente a Estados Unidos: su destino manifiesto. El discurso de investidura de Donald Trump alude a ello sin ningún pudor.
Cuando finalmente Hitler logró encumbrarse como führer de Alemania, los grandes empresarios que habían estado mirándolo por encima del hombro cambiaron de chaqueta y le rindieron pleitesía. Krupp y Flick, oligarcas del acero y el armamento; Siemens, de la electrónica; Volkswagen y Daimler-Benz, de la automoción, estuvieron a su lado hasta el fin de la II Guerra Mundial.
Steve Bannon considera que los actuales oligarcas americanos de la tecnología –Musk, Bezos Zuckerberg–, y otros grandes empresarios que se opusieron a Trump hasta hace un año, han sido subyugados por MAGA; lo cual les ha llevado a cambiar de chaqueta y rendirle pleitesía. Pero el paralelismo no termina ahí, Bannon afirma que durante este mandato Trump va a dedicarse a consolidar una gran coalición de empresarios, nacionalistas cristianos, United Auto Workers –el sindicato más poderoso del país–… y MAGA.
MAGA es la extrema derecha del trumpismo y Bannon asegura que el resultado final será el monopolio político de MAGA. Entonces, el recorrido político de los oligarcas y demás compañeros de viaje habrá llegado a su fin, momento en el que el nacional-populismo podrá llevar a cabo su programa por completo: una democracia iliberal.
Iliberal es el calificativo que designa un sistema político de 'partido único' donde, entre otras cosas, habrá desaparecido la división de poderes (ejecutivo, legislativo, judicial y prensa independiente); siguiendo el mismo camino de la Hungría de Victor Orbán, el Salvador de Nayib Bukele y, últimamente, Javier Milei. Todos ellos, personajes muy loados por Musk y el infame presentador Tucker Carson. Se me escapa la lógica de la extrapolación a la realidad americana, de la realidad de dos pequeños países, y otro que fue grande y hoy es un Estado fallido de libro. Mi única explicación es que se sienten atraídos por modelos de autoritarismo exitosos y desean imitarlos.
Con el triunfo definitivo de MAGA el 'conjunto vacío' populista, donde los diferentes grupos de interés han ido introduciendo sus reivindicaciones, pasaría a un segundo término y en su lugar tendríamos una autocracia hecha y derecha, dispuesta a saciar su hambre expansionista: Panamá, Canadá, Groenlandia, quién sabe si otro bocado de México… Y así reconquistar el trono de primera potencia mundial que, según Trump, hoy ha sido puesto en duda por causa del desgraciado gobierno de Biden. Claro que siempre y cuando Xi Jinpin se cruce de brazos, a cambio de hacer de su capa un sayo en el Indo-Pacífico (Este de Asia).
El paralelismo con la Alemania de Hitler resulta innegable; de nuevo, escuchen atentamente el discurso de investidura de Trump 2.0. Esa desaforada arrogancia, ese furioso afán de expandirse que le llevaría irremediablemente a sobreextenderse, es quizá lo más preocupante. Solo que detrás de esa pantalla se parapeta un Trump que, por un lado, quiere satisfacer las demandas de los oligopolios (tecnología digital, emporio energético, complejo militar-industrial) y, por otro, las demandas del movimiento nacional-populista. Mientras él sea el líder supremo, ambos operarán bajo su manto; mas no sabe quién terminará por llevarse el gato al agua dentro de cuatro años. Dado que ¡ay! no será él, quizá postule a su hijo (monarquía presidencialista); pero una lucha encarnizada por el trono está asegurada. Habremos regresado a Shakespeare.
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