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Le pasó a Corea, Vietnam, Irán, Afganistán (la invadieron dos veces), Siria… Lo peor que le puede pasar a un país fronterizo es convertirse en el balón de fútbol de un partido entre dos grandes rivales. Desde que Putin decidió en 2014 tomar Crimea e ... invadir el Dombás la suerte de Ucrania estaba echada. Ese es el momento en que Estados Unidos decidió que Rusia le había declarado la guerra por país interpuesto. La olla, como siempre en estos casos, había ido adquiriendo presión por la leña al fuego que estaban echando alternativamente Rusia y EEUU. Rusia había conseguido colocar gobiernos pro-rusos en Kiev, EEUU respondió apoyando la 'Revolución Naranja' que eventualmente consiguió tumbar el gobierno de Yanukovich. Hasta que, en 2014, estalló la olla.
A partir de ese momento, Rusia se preparó esperando la oportunidad para culminar la conquista de Ucrania y EEUU se propuso impedir que tal conquista se llevara a efecto. Un éxito de Rusia pondría en serio riesgo el statu quo, establecido en Europa tras la disolución de la URSS, con un efecto dominó en el resto del mundo de incalculables consecuencias. Fin de la I Guerra Fría… y volvemos a empezar. Solo que el principal oponente de la II Guerra Fría ya no es una depauperada y destituida Rusia, sino China. Hay que tener esto muy presente para entender el dilema en que China se encuentra ante la Guerra de Ucrania.
Rusia está llegando a una situación precaria, el agotamiento de sus reservas de municiones y ciertas armas que solo China puede aliviar adecuadamente. Pero China teme que si toma el partido de Moscú en este asunto, podría provocar la intervención directa de la OTAN en el conflicto; con dos probables salidas: la derrota sin paliativos de los rusos o la escalada del conflicto al nivel de una III Guerra Mundial. Ambas salidas, inaceptables. Así pues, a China no le quedaría otra que tomar el camino de en medio; es decir, aplicar a Rusia la misma política que la OTAN está aplicando a Ucrania. Ayudar a Rusia hasta el punto de llegar a la línea roja, pero sin traspasarla, e ir empujando progresivamente dicha línea para ampliar el espacio de su intervención, sin que la otra parte se atreva a efectuar un salto cualitativo en el conflicto.
Podrán imaginarse el calibre del debate que está teniendo lugar en Pekín entre los halcones nacionalistas, y los partidarios de enfriar las tensiones con EEUU cosa de salvar la globalización que tanto beneficio les ha procurado. El nacionalismo chino parece convencido de dos presupuestos: a) una vez que la OTAN entienda que China no va a dejar caer a Rusia, lejos de escalar el conflicto empujará a Ucrania para que negocie un acuerdo pacífico aceptable para los rusos; y b) en todo caso la confrontación directa con EEUU ya está teniendo lugar, o sea, que mejor aprovechar que los americanos están gastando gran parte de sus recursos en Ucrania para reconquistar Taiwán.
Por su parte, los partidarios de rebajar las tensiones con EEUU argumentan que el ya muy elevado nivel de testosterona exhibida de forma bipartidista contra China, metería la quinta marcha y las actuales restricciones a las exportaciones de tecnología se quedarían muy pequeñas ante las futuras. No solo de EEUU sino de todo Occidente. Un adiós definitivo a la globalización y el fantasma del desempleo sobrevolando China, la peor de sus pesadillas.
Si el análisis precedente se acerca a la realidad, lo más probable es que China continúe representando el papel de pacificador en el conflicto ucraniano, asegurando a la Unión Europea que no tiene intenciones de proveer a Rusia de municiones y armas, con la clara intención de dividir la piña que EEUU y UE forman en este momento. Incluso podría caer en la tentación de proporcionar a Rusia sus requerimientos a través de terceros países; pero en este caso solo podría hacerlo de forma restringida, so pena de ofrecer a la OTAN pruebas concluyentes del doble juego. Dichas restricciones dejarían a Putin saltando sobre un solo pie.
De eso es, precisamente, de lo que se queja Ucrania respecto a la ayuda occidental. Ucrania está haciendo equilibrios en el alambre, alejándose de una Rusia que la persigue mientras se aproxima a Europa y la OTAN, que si bien le proporcionan los medios para defenderse no acaban de abrirle los brazos y asumir su defensa directamente. China sabe que las corporaciones y los consumidores occidentales dependen demasiado de ella para llevar a cabo una ruptura total y definitiva; pero, a decir de los expertos, bastaría con que su comercio exterior se redujera un 30% para que los chinos de a pie lo sintieran en sus bolsillos. Lo cual haría que mostraran su descontento en una forma a la que el gobierno chino sería muy sensible, esto lo sabe Occidente.
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