Jesucristo tenía parte de razón

Al titular de la Archidiócesis de Valencia, Su Eminencia Antonio Cañizares, cuya estatura es de metro y medio, le llamaban irrespetuosamente Su Menudencia en Toledo cuando era Primado de España, mas la ofensa realmente grave a un cardenal es la que persiste junto a la iglesia de Santa Lucía en forma de piedra chepuda. La talla macrocéfala insulta a quien pretende honrar porque la figura representada –barbaridad estética, fealdad enorme– no es la de Herrera Oria, don Ángel en Santander. Aunque el monumento no le gusta a nadie lleva ahí dos décadas para espanto de quien lo mira y estigma de la que fue su parroquia. Ya que no se repara la afrenta al sacerdote −'orationi et ministerio verbi'−, jurista, político y periodista fundador de 'El Debate', ¿no sería preferible derribar el engendro?

Los asuntos de la Iglesia nos tienen en un sinvivir desde que Juan Pablo II advirtiera de que «tanto el Paraíso como el Infierno no son espacios físicos sino estados del espíritu», con lo que el Cielo es «la casa de Dios» solamente en un sentido metafórico. Benedicto XVI anunció después que no existe el Purgatorio, entendiendo como tal un lugar en el cosmos, sino «un fuego interior que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios», mientras el papa Francisco admite la teoría de la evolución y el Big Bang, origen del universo, porque no contradice la Creación, y afirma que Dios no tiene «una varita mágica capaz de hacerlo todo». Sin Cielo ni Infierno, y la omnipotencia en entredicho, no sé si lo que queda será la vida eterna o será la nada.