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El conflicto palestino –israelí no se entiende sin conocer la Declaración de Balfour de 1917 y la partición de la Palestina bajo mandato británico aprobada por la Resolución 181 de la ONU de 29 de noviembre de 1947, que los árabes rechazaron. Si los palestinos ... y los países árabes hubieran aceptado el derecho de Israel a constituirse como Estado, la historia hubiera discurrido de otra manera y hoy existirían dos Estados con fronteras reconocidas.
Cuando la Guerra de los Seis Días de 1967, una acción de legítima defensa ante los ataques que pretendían destruir Israel, el Estado palestino no existía: Cisjordania y Jerusalén estaban en poder de Jordania que había expulsado a los judíos de la Ciudad Vieja de Jerusalén; la franja de Gaza estaba ocupada por Egipto y los Altos del Golán por Siria. Las fronteras estaban definidas por el armisticio de 1949, la llamada Línea Verde.
Israel aceptó el alto el fuego propuesto por la ONU el 10 de junio de 1967 pero la respuesta de la Cumbre Árabe el 1 de septiembre de 1967, fue: «Ni paz, ni reconocimiento, ni negociaciones». Cuando comienza a definirse la política de paz a cambio de territorios, lo entendió Egipto y firma un Tratado de Paz con Israel en 1979 y Jordania que lo firmó en 1994.
Simon Peres e Isaac Rabin, firmaron con Arafat los Acuerdos de Oslo en 1993, tras la Conferencia de Madrid en 1991. Después llegaron otros acuerdos y declaraciones. Los palestinos no aprovecharon algunas de esas negociaciones, como las de Camp David en 2000 con Clinton presidente de Estados Unidos e Israel no apostó con decisión por la existencia de los dos Estados y trabajó por debilitar a la Autoridad Nacional Palestina.
La guerra de Siria, la división del mundo árabe entre suníes y chiíes y la fracasada 'primavera árabe', se unieron al impredecible Trump y a la política del gobierno conservador en Israel. El Plan de Trump se asemejaba bastante al defendido por el 'Likud' de Ariel Sharon y Netanyahu de permitir una entidad palestina en un territorio definido (no un Estado), desmilitarizado y sometido a tutela.
La Unión Europea hubiera debido defender con mayor energía la fórmula de los dos Estados, mantener el consenso sobre las colonias de Cisjordania y sobre Jerusalén e implicarse en la solución negociada del conflicto sobre el principio de 'paz por territorios'.
El pasado 7 de octubre, Hamás y otras milicias palestinas, desbordando los sistemas de seguridad y servicios de inteligencia israelíes, han querido declarar la guerra a Israel y romper la alianza estratégica que se estaba tejiendo en Oriente Próximo a partir del acercamiento entre Israel y Arabia Saudita. Hamás sabía cómo respondería Israel, y no le importaban las consecuencias para los gazatíes. El ataque de Hamás otorga a Israel el derecho a su defensa y a existir en paz y con seguridad como Estado.
Hamás o Movimiento de Resistencia Islámica, se constituye cuando la primera Intifada en 1987, creando su brazo armado, las Brigadas Al Qassam, y nutriéndose de graduados en la Universidad Islámica de Gaza. En la Franja viven 2,3 millones de palestinos, y desde 2007, cuando Hamás ganó allí las elecciones y expulsó a Fatah, núcleo fundador de la OLP, controla esa zona política y militarmente. Hamás, considerado grupo terrorista por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, es un movimiento islamista radical y Fatah es secular y nacionalista. Fatah y la OLP que liderara Yaser Arafat renunciaron a la violencia y aceptaron negociar con Israel. Hamás se opuso a los Acuerdos de Oslo, no reconoce la existencia de Israel y pretende su destrucción. En su carta fundacional, que excluye cualquier paz permanente con el Estado de Israel, se lee: «No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad». Milicias como Hamás se presentan defensores del pueblo palestino y son terroristas que colaboraron al fracaso de Oslo y propiciaron la caída del laborismo y la llegada al gobierno de Israel del Likud y sus aliados ultranacionalistas y ultraortodoxos, que hoy se limitan a gestionar la ocupación y los asentamientos, a potenciar a los colonos supremacistas y no a trabajar por la solución del conflicto. Seguir debilitando a la Autoridad Nacional Palestina y ahogar las posibilidades de desarrollo de los palestinos de Cisjordania, no es la solución.
Si viviera en Israel condenaría a Hamás, Hezbollah y la Yihad Islámica, no olvidaría que el 7 de octubre de 2023 Hamás y la Yihad Islámica asesinaron a 1.400 personas y secuestraron a 200 por vivir en Israel, votaría al Partido Laborista esperando la recuperación de la izquierda, leería el diario Haaretz, sería partidario de un Estado laico que no negara la realidad de dos millones de árabes que viven en Israel; quizá fuera un estudioso de Theodor Herzl y defendería el derecho de los palestinos a su existencia en un Estado independiente con fronteras reconocidas.
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