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La puesta en escena a la que asistimos con los acuerdos y pactos políticos entre el PP del Sr. Feijóo y Vox tiene elementos de astracanada por el tono jocoso del asunto, de esperpento por lo ridículo y grotesco de sus contenidos y de tragedia ... por los efectos que van a tener para las personas. No sé si seleccionar el patriotero modelo Ayuso de Madrid o el modelo cañí de Valencia. A eso se reduce el simplismo de la oferta electoral del Sr. Núñez Feijóo: desmantelar el paraguas protector del Estado de bienestar.
Hoy en España tienen responsabilidades en instituciones autonómicas quienes no creen en el Estado de las Autonomías; quienes afirman que el franquismo trajo la democracia; quienes no han creído en la necesidad de vacunarse; quienes niegan la existencia de mujeres asesinadas víctimas de la violencia de género; quienes rechazan el cambio climático; quienes no creen en la democracia porque no se identifican con las instituciones que legitiman la participación política.
Son personas y grupos que se oponen a que la sociedad avance, que no admiten que hemos dejado atrás la España en blanco y negro del nacionalcatolicismo y la censura y que somos más los que trabajamos para avanzar hacia una sociedad más justa, cohesionada, más igual e inclusiva.
Cuando lo que necesitamos son liderazgos que ofrezcan seriedad, confianza y coherencia, lo que predomina es la desinformación y los mensajes mal intencionados que fomentan los discursos homófobos, ultraconservadores, racistas, negacionistas y xenófobos, aunque vengan adornados de clarines y timbales.
El próximo 23 de julio, ¿se impondrá la emoción irreflexiva frente a las ideas, los programas y las propuestas? Sería bueno hablar de educación, sanidad, vivienda, servicios sociales, cultura, impuestos… temas que importan y de esa forma contrastar modelos, pero ¿se puede debatir de ello en Valencia o Baleares? Donde ha fraguado el acuerdo entre el PP y Vox lo que importa es, prietas las filas, enrocarse en el casposo nacionalismo español más conservador e intolerante y descalificar al adversario apellidado Sánchez y con ello, descalificarnos a todos los socialistas.
En la legislatura que ahora finaliza, el PSOE ha mantenido un pacto de gobierno con Podemos, pero no con otros grupos parlamentarios. Cuando ha buscado apoyos en ERC, PNV o Bildu ha sido para la aprobación de algunos textos legales concretos, como ha buscado el apoyo del PP, pero en estos casos no han existido pactos estables. Hoy Bildu no está en ningún Gobierno con el apoyo del PSOE, mientras que se han multiplicado los pactos de legislatura y programáticos entre el PP y la ultraderecha.
La extrema derecha nunca se confunde porque quien decide es el líder y la derecha muy pocas veces porque tiende a no moverse y hasta puede defender una cosa y la contraria y no pasar nada. Es más fácil que se confunda la izquierda socialdemócrata porque tiene sus raíces en las ideas, porque es más proclive al debate y porque está obligada a ofrecer alternativas. No entiendo bien algunos silencios o actitudes pasivas ante la confrontación electoral del 23 de julio. Que el Gobierno presidido por Pedro Sánchez ha cometido errores, no seré yo quien lo niegue y estoy seguro de que en el futuro actuará de forma diferente en algunos temas. Pero como he leído a una premiada escritora española, «una cosa es hacer autocrítica y otra dar la razón a la caverna». Por mucho que me repitan algunos errores, no voy a olvidar al PP que llegó a calificar de ilegítimo al Gobierno que obtuvo la investidura en el Congreso; no olvido al PP negándose a renovar una institución constitucional como es el Consejo General del Poder Judicial y ha sido el PP quien ha esgrimido el ruin argumento de Sánchez o España.
En mis más de 40 años de afiliación al PSOE aprendí, entre muchas otras cosas, la lealtad al proyecto socialdemócrata en España y en Europa y el orgullo de formar parte activa de ese proyecto. Por ello voy a defender que Pedro Sánchez pueda presidir el próximo Gobierno de España. Porque sé que la defensa del Estado de bienestar seguirá formando parte de la esencia de la socialdemocracia, porque sé que hay que combatir la desigualdad mediante políticas distributivas a través del gasto público y la fiscalidad progresiva.
La historia del PSOE ha estado presente, desde la libertad o desde la clandestinidad, en los últimos 140 años de nuestra andadura como país. Ha debido repensar sus ideas y responder a las nuevas demandas que aparecían en el horizonte. Por ello duele tanto que se traten de derrumbar conquistas que desde la socialdemocracia se han ido construyendo como es la lucha por la igualdad y contra la violencia machista, el derecho universal a la sanidad y la educación públicas y gratuitas o el derecho a una pensión. Nunca el PSOE ha sido la «anti-España», Sr. Feijóo.
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