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Importa recordar lo sucedido en el Reino Unido el pasado 4 de julio. Neutralizada el ala más izquierdista del Partido Laborista, Keir Starmer adecuó y actualizó el rumbo de su organización a través de un programa más pragmático y moderado y accedió al gobierno en ... el Reino Unido después de 14 años en la oposición. Los 49 días en el cargo de la primera ministra tory Liz Truss desataron una crisis económica que su sucesor, Rishi Sunak, no logró revertir y ello llevó a los laboristas a una posición destacada ante el desafío electoral. Si en su momento Tony Blair marginó a la izquierda laborista, Keir Starmer la había eliminado atemperando sus reivindicaciones, adecuando al presente su posición ideológica y presentando un programa socialdemócrata coherente y creíble.
Cuando Keir Starmer fue elegido líder del Partido Laborista en 2020 anunció que el laborismo se encontraba «bajo una nueva dirección» y llamó a «recuperar el futuro del Reino Unido». Consciente de las causas por las que el laborismo perdió las elecciones en 2017 y en 2019, reformuló el discurso evitando desafiar a los sectores sociales y económicos que habían negado el apoyo a su antecesor Jeremy Corbyn. El laborismo recuperó la idea de la identidad nacional, elemento clave de cohesión en el Reino Unido en la última década y planteó soluciones a la decadencia social y económica provocada por el 'Brexit' y el gobierno conservador. El 'Brexit' fue un tiro en el pie para el Reino Unido y abrió las compuertas de la xenofobia. Los experimentos populistas propuestos por Jeremy Corbyn no eran la solución y llevaron a los laboristas a su peor derrota desde 1935: el electorado exigía estabilidad y bastantes más garantías; el antisemitismo dentro del partido tampoco contribuyó a sumar apoyos. Starmer quiere recuperar la sintonía con la Unión Europea. En la IV Cumbre de la Comunidad Política Europea dijo a los líderes europeos reunidos en el Reino Unido: «Ya no somos parte de la Unión Europea, pero seguimos siendo parte de Europa», y pidió ayuda en materia de seguridad e inmigración irregular.
En las elecciones parlamentarias del pasado 4 de julio, el Partido Laborista obtenía 412 diputados con el 33,8% de los votos; el Partido Conservador 121 perdiendo los tories 244 diputados; el Partido Liberal Demócrata se situaba con 71 escaños: el Partido Nacionalista Escocés perdía 39 puestos quedándose con 9; el Sinn Feinn, los más votados en Irlanda del Norte, mantenía sus siete diputados; el Plaid Cymru, independentista galés, obtenía 4 diputados y el histriónico Nigel Farage 5 escaños.
Keir Starmer, jurista brillante, fiscal jefe de Inglaterra y Gales, serio y moderado, ha comenzado su objetivo de renovación nacional, poniendo fin a los catorce años de hegemonía conservadora. Su programa ofrece cómo hacer crecer la estancada economía británica, controlando el gasto y evitando subir impuestos. Es consciente de las listas de espera en la sanidad y en su apuesta por la educación pública sabe que es urgente contratar 6.500 nuevos docentes. En el tema de la inmigración Starmer rechaza el Plan Ruanda de su antecesor y mantiene la necesidad de controlar las fronteras haciendo frente al tráfico de inmigrantes ilegales.
El apoyo al cambio climático lo ha concretado en su Plan de Prosperidad Verde, nombrando Ministro de Seguridad Energética a Ed Miliband, que no fue un buen líder laborista, pero tiene un reputación contrastada en la lucha contra el cambio climático.
En el nuevo gobierno británico integrado por 25 miembros, destacan dos mujeres que simbolizan las dos alas del laborismo. Rachel Reeves, titular de Economía, estudió en Oxford, trabajó con el Banco de Inglaterra y se define como socialdemócrata; es partidaria de las reformas y la modernización de la economía, de la responsabilidad fiscal, de la economía verde, del diálogo con los empresarios y de las reformas de la legislación laboral y Ángela Rayner, viceprimera ministra y ministra de Vivienda y Equilibrio Territorial, creció en una vivienda social, fue madre a los 16 años y simboliza las ideas tradicionales de la izquierda en el laborismo británico. Es una aliada y colaboradora de Starmer y su sueño es construir un millón de viviendas sociales.
La victoria del laborista Starmer es un éxito frente a la derecha conservadora y la ultraderecha populista e intransigente, y como toda la socialdemocracia europea deberá desarrollar fórmulas que superen las consecuencias de las crisis políticas; adecuar los servicios públicos a las nuevas realidades sociales y a una población envejecida; defender la consolidación del Estado de bienestar y afrontar el problema de cómo acceder a una vivienda digna en las grandes ciudades.
Starmer ha nombrado un Gabinete solvente, está recuperando con sensatez las políticas de Estado, aspira a implicar a la iniciativa privada en nuevas inversiones y ha sabido desactivar los disturbios racistas que organizó y alentó la extrema derecha.
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