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Entramos en un complejo año electoral con municipales, autonómicas y generales en el calendario. Y en esas vísperas electorales parece primar más la búsqueda del odio o el desprecio al adversario político que la manifestación de referencias positivas que identifiquen proyectos. Resulta más difícil apelar ... a la razón y a la reflexión que dejarse llevar por la emoción visceral. Es más complejo dirigirse a un ciudadano con opciones de pensar y discernir y se opta por apelar a un ciudadano pasivo que se deje llevar por el vocerío destemplado, el eslogan simplón y la propuesta ramplona.
Cuando el político ignora la inteligencia y la capacidad de razonar del ciudadano elector, es cuando se profundiza en el desprestigio de la política y se degrada ese espacio público imprescindible para el debate y para el diálogo.
Necesitamos escuchar proyectos inclusivos de país, pero lo que leemos y oímos con frecuencia de los portavoces oficiales y oficiosos de la derecha política es que las reformas de este Gobierno de Sánchez formado por socialistas desnortados, comunistas, separatistas y filo etarras son reformas ilegítimas y que sus mensajes son simplistas y levantan dolor de cabeza. Esos portavoces añaden con rotundidad que la democracia en España depende de un hilo y que la aspiración de Sánchez, el líder de la anti–España, es permanecer en el poder a costa de todo, a cualquier precio. «Sánchez o España», decía en noviembre Díaz Ayuso y Núñez Feijóo resumía el conflicto diciendo «este Gobierno o España».
No deseo un país donde superar las diferencias sea trabajo de trincheras. Aporto mi modesto trabajo y mis ideas para que en España se reconozca el resultado de las urnas como fuente de legitimidad y no quiero un país que se asome al precipicio un día sí y otro también, empujado por los catastrofistas y los ideólogos de cartón piedra que erosionan los cimientos de la convivencia. Es la derecha española, la que tiene su origen ideológico en la tibieza de Aznar en el referéndum constitucional, la que ha tergiversado el sentido integrador de nuestra Constitución.
La estrategia de la crispación que mantiene la derecha conservadora tiene como objetivo desgastar la acción de un gobierno progresista y no duda en llevar esa crispación a las institucionales nacionales y europeas, cuestionando la legitimidad de la acción de los poderes del Estado, instrumentalizando el Parlamento Europeo con un debate nacional y llevando ese objetivo a la calle, donde el PP y VOX se manifiestan contra el Gobierno de Pedro Sánchez en el inicio de la campaña electoral, repartiendo credenciales de nacionalismo español y apropiándose para ellos de símbolos comunes como la bandera y el himno.
A estas alturas, resulta incomprensible que el Partido Popular mantenga, con diferentes excusas, su boicot a la exigencia constitucional de renovar organismos como el Consejo General del Poder Judicial. ¿Es de patriotas negarse a cumplir con la Constitución? Esa derecha liderada hoy por Núñez Feijóo, trata de escapar de la realidad haciendo suyo el discurso de Díaz Ayuso, la portavoz más intransigente del sector conservador, que afirma sin rubor que «vamos camino de una dictadura». La demagogia, cargada de odio hacia el adversario, parece que sale barata en términos electorales. Algunos seguimos a la espera de que Núñez Feijóo sea capaz de superar la presión de la extrema derecha y los consejos de algunos talantes autoritarios. En el juego de sombras donde actualmente se mueve el Partido Popular ¿dónde se sitúa Núñez Feijoo? Sería muy positivo que supiéramos que Núñez Feijoo acepta, sin reservas mentales, que otro Gobierno que no sea el que encabece el Partido Popular es constitucional, legítimo y aceptable moralmente.
Estamos al final de una legislatura ciertamente extraña: la pandemia y la guerra provocada por Rusia en Ucrania ha producido consecuencias económicas y sociales graves que el Ejecutivo ha tratado de solventar o paliar con diferentes medidas y con el apoyo de la Unión Europea, mientras que la oposición conservadora ha tratado de aprovechar esas circunstancias para erosionar la acción de un gobierno de coalición que no ha estado exento de tensiones internas agravadas por los de Podemos, poco acostumbrados a gobernar y a tomar decisiones por desconocer la realidad de la política. Los socialistas, no obstante, seguirán tomando decisiones, incluida la revisión de la ley de libertad sexual.
Quisiera que en las inmediatas campañas electorales el PSOE defendiera su perfil socialdemócrata, sus ideas, que fuera racional y creíble en sus propuestas, que se alejara del ruido cansino y de la demagogia inútil y que evitara que el centro del debate político fuera la elección entre el nosotros y ellos. Prefiero que el debate se centre en la elección entre nuestras ideas y las suyas, nuestras propuestas y las suyas.
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