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Como lo que ahora predomina es el espectáculo, quedé enganchado a la televisión durante la hora y media que tardaron en dar el resultado en el documental sobre Cristóbal Colón. Y como soy hijo de esa estirpe de gentes que crecieron alabando lo nuestro (lector ... de libros como aquel que se titulaba 'Cantabria, cuna de la Humanidad'), nunca perdí la esperanza de que el guion tuviese un giro final para demostrar que el navegante tenía origen cántabro. Al fin, si habíamos sido cuna del mundo terrenal –incluso «del Paraíso bíblico», localizado por el entorno de Peña Sagra–, era probable que Colón hubiese visto la luz primera en nuestro terruño. Es más, imaginé que entre las sillas que había colocadas para eliminar a los eruditos que mantenían teorías fallidas sobre su procedencia, faltaba una, reservada como sorpresa final, que colocarían con nuestra bandera regional, mientras irrumpía Revilla en el plató entre aplausos, sonaba de fondo 'Viento del norte' y se anunciaba que Colón era cántabro. Pero no: como demostración del enorme poder televisivo, cinco millones de espectadores se enteraron de que era judío.
Aprovechando esa capacidad mediática, nuestro consejero de Sanidad intenta camuflar los problemas regionales, en general, y del Hospital de Laredo, en particular, con despliegues informativos que hacen parecer que su negociado tiene actividad frenética: lo mismo adaptan jardines interiores para uso público, que logran el «hecho histórico» de que se incorporen de forma «masiva» catorce nuevos médicos. Sin embargo, muchos profesionales de ese hospital han emitido un escrito, también para los medios, manifestando su malestar sobre la situación real que soportan y el «vapuleo mediático» al que los está sometiendo con sus declaraciones, alejadas de la realidad. Quieren que se deje de florituras y aborde lo importante.
Su silla, no obstante, no parece ser de las nominadas.
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