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Aún nos falta perspectiva temporal, pero estas elecciones autonómicas son históricas en Cantabria por dos motivos principales: el triunfo incontestable de una mujer, María José Sáenz de Buruaga, próxima y primera presidenta de la comunidad autónoma, y el final abrupto de la larga estancia en ... el poder de Miguel Ángel Revilla, una figura populista, televisiva y popular, poco amigo de la verdad, veterano profesional de la política a la antigua usanza, de vuelta de todo, controvertido, buen comunicador y gestor mediocre. La suma ofrece como resultado el de un personaje seguramente irrepetible. No es esclavo de su palabra, porque lo que hace no suele ser lo que dice, aunque ya le recuerdan en el PRC que en la oposición hace mucho frío y conviene llegar a algún tipo de acuerdo con el PP. Una pésima noticia para el sanchismo de Pablo Zuloaga.
Un cambio de esta envergadura no afecta únicamente a la alta clase política sino a mucha gente. Decenas de militantes de los partidos, cargos intermedios y de confianza en su mayoría, salen del Gobierno y deberán buscarse otro acomodo para dar paso a los que llegan. Pero era un vuelco proclamado antes de producirse, fuera o no superior a lo previsto. Es lo que tiene la marea, responsable de la debacle regionalista, según Revilla. Las mareas son imparables, naturalmente, si bien solo las físicas, las que influyen en los astros del universo. La marea política puede sortearse con una buena administración sin que importe mucho lo demás. Lo demuestran aquellos alcaldes del PRC que mantienen en sus municipios mayorías holgadas o absolutas. La ausencia de autocrítica, habitual en Revilla, resulta clamorosa cuando ha perdido lo ganado hace cuatro años.
Incluso el CIS, respetado y creíble organismo público hasta que llegó el santanderino José Félix Tezanos para situarlo a la altura del barro, acertó en el pronóstico de victoria sobrada del PP en Santander y Cantabria y hundimiento del PRC. No es un gran mérito, teniendo en cuenta que falló en todo lo demás. Los signos de mudanza política eran evidentes y ni siquiera podía ignorarlo este instituto desprestigiado, cuyos sondeos, groseramente manipulados, carecen de valor alguno. Por eso, a la vista de la huida hacia adelante del presidente Pedro Sánchez al anticipar las elecciones generales en su interés personal, y ni siquiera en el de los socialistas, será divertido comprobar cómo la siguiente encuesta del CIS proyectará una victoria del PSOE que le permita seguir en la Moncloa una legislatura más, con Bildu de incómodo compañero en el viaje.
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