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Cuando Alfredo Montes de Neira abrió en 1971 una tienda dedicada a la venta de sellos y monedas sabía que creaba el primer negocio de ese tipo en la entonces provincia de Santander, pero no podía imaginar que también sería el último. Lo estableció en ... el número 31 de la calle Santa Lucía, en un local en el que hubo antes un relojero, y ahí sigue, más de medio siglo después. En ese tiempo, Filatelia Cantabria, regentada hoy por Javier y Fernando, dos de sus hijos, vio nacer y morir a otras seis filatelias –la de Abascal, junto a la Plaza de Toros, cerró hace dos décadas– para quedarse como única representante de una actividad comercial que tiene mucho de romántica y cultural, ya que muestra, en forma de papel engomado, geografía e historia, folclore, música y deporte, gastronomía, personajes, naturaleza y periodismo o literatura y arte.
Los sellos van perdiendo su función primigenia de franqueo de la correspondencia para dejar paso al segundo de sus valores de siempre, el relativo al coleccionismo. El empleo de medios electrónicos para remitir y recibir mensajes de modo instantáneo y aparentemente gratuito –el alto precio que pagamos es el de la cesión de nuestros datos personales– se ha impuesto al envío de cartas a través del servicio postal, vigente en España desde que en 1850 se emitiera una serie con la efigie de la reina Isabel II. La filatelia se ha reinventado, y ahora es posible adquirir, junto a la tirada básica, sellos de oro, plata o bronce e ilustraciones diversas, otros con el olor y sabor de platos cocinados y de los productos de la huerta; sellos con el aroma de las flores; sellos en altorrelieve o sellos musicales que se pueden hacer sonar en un tocadiscos convencional.
El coleccionismo de sellos es uno de los más clásicos y extendidos del mundo y goza de una razonable buena salud. Algunas emisiones con motivos de Cantabria en las que se implantaron los nuevos materiales han sido especialmente notables. Destaca el sello de oro en la prueba de artista dedicada a Santander en 2019, el circular de plata de la cueva de Altamira en 2015, incluyendo fibrillas fosforescentes, o el sello conmemorativo del incendio de Santander, en 2016, en el que se diseñó un curioso efecto de quemado. El éxito de la Exposición Filatélica Nacional (Exfilna) en la capital montañesa, donde un buzo mataselló bajo el agua, lo nunca visto, y el buen trabajo que se hace desde aquí, fueron clave en el objetivo conseguido de que el Servicio Filatélico de Correos ponga en circulación cada año sellos relacionados con Cantabria. No es un logro menor.
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