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Imaginemos que un día salimos a media mañana, vamos al centro y vemos en los edificios de Calvo Sotelo sus detalles ornamentales, los árboles que jalonan sus aceras y nos dirigimos a la Porticada. En aquel espacio, cerca del Pasaje del Arcillero, vemos una aglomeración ... de gente que, en círculo, rodea y escucha a alguien al que no vemos. Podrían ser cincuenta personas, pero nos parecen muchas. Nos acercamos y preguntamos qué sucede y nos dicen es un mago; otro, al escucharlo, dice que es un actor en un reclamo publicitario y otro asegura que es un predicador. Al no hallar respuesta convincente, aprovechando que alguno se va, nos hacemos un hueco consiguiendo ver al mago, actor y predicador al que todos escuchan con atención, viendo es una persona joven, de unos 35 años. Lo que expone suena bien, con una perfecta dicción, con voz cálida aborda problemas cotidianos proponiendo claves para solucionarlos. Pero sucede algo inesperado; alguien de delante lo interrumpe y, dándose la vuelta, grita: no hagáis caso, es un impostor; se dedica a congregar grupos y los encandila con su palabrería y finaliza pidiendo una aportación para un orfanato inexistente.

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eldiariomontanes La plaza Porticada