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Como continuación a un artículo anterior, «Santander: cinco temas de ciudad», publicado en esta sección el pasado 18 de marzo, hoy ve la luz la ... segunda parte, en la que se abordan «otros cinco temas de ciudad».
Sexto: Estudio de estacionamiento subterráneo en San Roque o Joaquín Costa. Cada año van a venir más veraneantes huyendo del calor de otras regiones, así que cada verano seremos más y en El Sardinero escasea el estacionamiento. La idea de hacerlo junto a los Campos de Sport no es acertada ya que en superficie pueden estacionar unos 200 vehículos y en el paseo aledaño que bordeando el Parque de Mesones llega al Chiqui caben otros cien. Sugiero que se haga un estudio sobre la viabilidad de un estacionamiento subterráneo en los jardines de San Roque, Plaza de Italia o el final de Joaquín Costa, para descongestionar una zona saturada de vehículos ya que vamos a estíos más prolongados y más visitantes.
Séptimo: La segunda escollera. La primera y única escollera construida ha permitido a la zona del balneario librarse de las suradas y que pierda menos arena, aunque alguna pierde al no existir una segunda en Los Peligros, lo que habría evitado hace tres años el desplome del arranque de la escalera que desde la playa sube hasta Reina Victoria, frente al humilladero de la Virgen del Mar, de suerte tal que se han formado dos playas artificiales con arena de La Magdalena; la primera, La Fenómeno, y la segunda, frente al varadero de la duna de Zaera. Hace cuatro años que el Instituto de Hidráulica de la UC emitió un informe muy profesional a favor de su construcción, pero el tema de las competencias entre Ayuntamiento y Costas y la nula voluntad del Ministerio han impedido que dicha escollera forme parte del paisaje, lo asegure y permita, además, volver a colocar con garantías la senda peatonal de madera. En cuanto a la primera, la única existente, pese a dos anuncios que en su inicio prohiben el paso, raro es el día en que una o más personas incumplen la prohibición y se suben a dar un paseo desde lo alto. Para ello, tienen que saltar o andar de piedra en piedra con riesgo de caída. Puesto que no hay vigilancia y las subidas son casi diarias, sugiero se eche una capa de cemento que allane el camino y aquellos ciudadanos que quieran seguir subiendo, pese a su prohibición, al menos que puedan hacerlo con mayores garantías de seguridad.
Octavo: El carril-bici. En buena parte de Santander se ha suprimido una vía de circulación para construir un carril-bici que ya existe en distintos tramos. Pero no todos los ciclistas lo usan, algunos van por la acera contraria de Reina Victoria teniendo al otro lado su propio carril. Un aviso de entrada y una multa si reinciden quizás acabaría con tan malas prácticas de unos pocos, pero que afectan a muchos.
Noveno: Las pintadas. En trenes, en edificios y en muros de contención de distintas viviendas hay una serie de pintadas que nada tienen que ver con el arte. Son bienes, públicos y privados, que no tienen por qué sufrir las consecuencias de una nefasta costumbre. Unas buenas multas a sus responsables, evitaría tan fea práctica.
Y décimo: Plaza de Pombo y playas del Sardinero. Este capítulo se subdivide en dos partes: la primera es ver qué se hace con los magnolios de la Plaza de Pombo, árboles muy bonitos, de hoja perenne, pero de gran crecimiento, tanto que no solo impiden la vista de la gran plaza a los vecinos de orientación sur, sino también que les entre la luz y el sol, situación que no deben sufrir; una solución sería trasladarlos a los Jardines de Pereda, La Marga o Mesones y, en su lugar, plantar una especie botánica que permita una poda en horizontal a tres metros de altura, como sucede con los plátanos del Paseo de Pereda; la segunda es que, como una consecuencia del cambio climático –aunque los ha habido en todas las épocas– durante un mes casi toda España ha sufrido las consecuencias de una sucesión de borrascas que ha inundado buena parte de la Península. Aquí hemos tenido el mejor tiempo y nos hemos librado, pero la Primera y Segunda Playas de año en año están perdiendo arena y en numerosos sitios se ha formado un desnivel entre la mitad superior y la inferior, más apreciable en la Segunda. Sin alarmismos, sería bueno consultar a los expertos si a medio plazo sería necesario colocar diques paralelos a ambas playas, a unos 300 metros de la orilla, que contengan la fuerza del oleaje y fijen la estabilidad de la arena. Esto ya se está haciendo en otras latitudes.
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