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La XI Legislatura se presenta como la más singular de la historia autonómica por coincidir su arranque con la campaña de elecciones generales, que van ... a contaminar la política regional, lo mismo que la azarosa sucesión de Revilla. Quién sabe si también será la más corta, en el caso de que al PP no le salga bien el experimento de gobernar en minoría y se atreva a convocar elecciones anticipadas en busca de la estabilidad.
En la comedia de enredo que fue la constitución del Parlamento bajo la presidencia de la popular María José González Revuelta, dos bloques confrontaron votos e interpretaciones. PP y Vox observaron una escaramuza de las que abundarán en adelante a cuenta del relevo de Revilla y de la visibilidad política de los aspirantes: Javier López Marcano fue degradado en la jerarquía de la Mesa de la Cámara a un puesto inferior al que tenía pactado por la maniobra del grupo de su propio partido que apoya a Paula Fernández. PRC y PSOE empujaron para obligar que la 'derechona' votara unida en un anticipo del pacto de gobernabilidad que se malician entre PP y Vox en cuanto pasen las elecciones generales.
Pero de momento, las vicisitudes de la investidura de María José Sáenz de Buruaga pueden ser un factor clave en la campaña de las generales, tanto o más que el asunto central de la convocatoria: el plebiscito sobre Pedro Sánchez y la opción del cambio de ciclo con Alberto Núñez Feijóo.
Durante toda la campaña del 28M, Buruaga y el PP aseguraron una y otra vez que su propósito era ganar las elecciones y luego, sin una imposible mayoría absoluta, gobernar en solitario con acuerdos puntuales con los demás partidos. Las urnas les proporcionaron el escenario que deseaban: la opción de jugar a dos barajas, PRC y Vox, algo que no es posible en otros territorios donde los populares sólo tienen al partido de Abascal como aliado. Pero en cuanto PP y PRC se sentaron a hablar ha corrido como la pólvora la teoría de que el PP está dispuesto a ser cómplice de la corrupción del régimen regionalista. Toda la pedagogía que Buruaga y su gente han desplegado para explicar que el acuerdo sólo alcanza a la investidura sin más compromisos que el documento suscrito y publicado por ambos partidos no ha sido suficiente.
El PP ha ofrecido a Vox un pacto similar y ha buscado suavizar diferencias en el Parlamento, con la cesión de un puesto en la Mesa y con la futura derogación de la Ley de la Memoria Histórica. Bueno, es un acercamiento, pero lo que el partido de Abascal exige es entrar en un Gobierno de coalición y que el PP renuncie a cualquier relación con el PRC.
Más allá del episodio del estreno parlamentario y de las dudas y la confusión que genera, PP y PRC tienen un acuerdo suscrito para que los regionalistas propicien con su abstención la investidura de Buruaga, probablemente a finales de esta semana. Queda por ver si Vox corresponde a los gestos corteses del PP y se abstiene también.
El PP ya tenía descontada la postura crítica de Vox, al fin y al cabo está en su papel, lo que le preocupa es que un sector del PP, ese que nunca apoyó a Buruaga, compre el relato intransigente de Vox y eso tenga un impacto en los comicios de julio.
Si Vox gana votos con el asunto de la investidura, puede que el PP lo compense con la renuncia del PRC a competir en las generales, ahora que en el regionalismo se maneja la idea de alejarse de Sánchez con dirección a Feijóo. Por su parte, los socialistas más entusiastas acarician lo que fue un clásico PP 3-PSOE 2, favorecido por el paso atrás regionalista y por la polarización electoral hacia los dos grandes partidos, a costa de Vox y de Sumar. Son teorías de andar por casa que no convencen del todo a los analistas.
El PP espera a las urnas antes de ponerse en serio a la tarea de gobernar. Y de empezar a testar, en cada ley, en cada iniciativa parlamentaria de control al Gobierno, si la gobernanza flexible funciona razonablemente, más allá de algún 'revolcón' en las votaciones. Si Vox exige entrar en el Gobierno o impone doctrina ideológica o si el PRC aumenta la presión. Y si las dificultades se amontonan a corto o medio plazo, en la cúpula del PP dejan caer el aviso a navegantes de que poseen la 'acción de oro', la potestad de convocar nuevas elecciones para aclarar el paisaje. Eso son palabras mayores, pero a los populares les parece que llegado el caso no les iría mal, sobre todo frente al declinante PRC de Revilla.
En el PRC, todo el mundo a la expectativa. Los hay que esperan que en la fiesta del partido, el próximo domingo 2 de julio en Guriezo, Revilla dé alguna pista sobre el congreso extraordinario que debe resolver la sucesión. Pero es sólo un buen deseo constructivo para el futuro del regionalismo.
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