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Pedro Sánchez ha sido reelegido hoy presidente del Gobierno. Presidente de todos los españoles, cabría decir, pero no. Sánchez no se siente, no quiere, ... ser presidente de todos, sólo de los suyos. En la noche electoral del 23J, no felicitó al PP ganador en las urnas y sentenció: 'Somos más', que anticipaba el 'Frankenstein 2' que acaba de sustanciarse. Ahora traza un muro para excluir del juego democrático a la 'derechona', o sea, a la mitad de los ciudadanos. El sectario 'no es no' que siempre ha guiado su estrategia política, hasta ahora con buenos resultados.
El debate de investidura que ha consolidado el poder de Sánchez refleja al mismo tiempo su astucia y habilidad para culminar un pacto muy complicado y la debilidad que lo amenaza. Puigdemont le advirtió hace unos días que tendría que trabajarse en el día a día la estabilidad de su Gobierno y luego los portavoces independentistas de Junts y ERC le han escupido en el debate que está cautivo en sus manos. Más pronto que tarde le urgirán a Sánchez y al relator internacional de Ginebra que hay que ir ya a por el referéndum de autodeterminación, la última frontera para el cambio de régimen. Es para echarse a temblar, porque Sánchez es capaz de cualquier cosa, como dice Feijóo. A su debido tiempo, los vascos de PNV y Bildu le exigirán también avances hacia la soberanía y la ruptura por la izquierda entre Podemos y Sumar añadirá problemas al inestable bloque que sostiene al líder socialista.
La investidura marcará un hito en la tensión frentista que agita las instancias políticas y las calles. Hay opiniones diversas. El sector optimista del PSOE cree que la ofensiva se desinflará bastante, otros más preocupados creen que las turbulencias seguirán, incluidos los insultos a dirigentes y afiliados y las pintadas en las sedes socialistas, también en Cantabria.
El PP de Feijóo se propone seguir con la presión, al menos de forma intermitente, sobre todo si como espera la política genuflexa de Sánchez con el independentismo es la tónica de la legislatura. La próxima manifestación es este sábado, 18 de noviembre, en Madrid, convocada por diversas organizaciones cívicas. Vox, como siempre, irá más lejos que el PP en el discurso y en las protestas, hasta muy cerca del delgado límite que separa la libertad de expresión y el acoso al adversario. El sindicato Solidaridad, con el que Vox intenta captar voto obrero, prepara una huelga general contra la amnistía el 24 de noviembre. Con una representatividad del 0,06% de los trabajadores, la iniciativa suena tan extravagante como la moción de censura con Ramón Tamames.
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