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Tres años y ocho meses después de las últimas elecciones generales en noviembre de 2019, y a la velocidad vertiginosa con la que discurre la política contemporánea, ha cambiado casi todo menos el principal protagonista, Pedro Sánchez, que entonces intentaba consolidar su poder y ahora ... busca la supervivencia a la desesperada.
De los comicios anteriores, seis meses antes, pudo haber salido un Gobierno de centro-izquierda moderado con 180 diputados en su defensa, pero Pedro Sánchez y Albert Rivera no se pusieron de acuerdo. El presidente socialista renunció a la centralidad empujado por la militancia socialista más radical y el líder de Ciudadanos apostó por un improbable 'sorpasso' al PP, lo que finalmente le costó la ruina a él y a su partido.
Sánchez vino a Cantabria en el arranque de la campaña, la cuarta visita en aquel año. Acababa de sacar a Franco del Valle de los Caídos, decía que no podría dormir con Podemos en el Gobierno, tomaba distancia con los independentismos y prometía que traería a Puigdemont a España. Tenía 123 diputados, calculaba que subiría hasta 150 y se quedó en 120, así que dio el volantazo hacia el 'Gobierno Frankenstein' Ahora ya ni se molesta en negar que reeditará la fórmula si le salen las cuentas. Sabe muy bien que el personal ya no se fía de sus, digamos, cambios de opinión.
El PRC llegaba a la campaña en el momento de máximo esplendor después de ganar por vez primera las elecciones autonómicas en mayo y colocar a Mazón en el Congreso en los comicios de abril. Estaban seguros de renovar el escaño y así fue, lo que no sospechaban es que sería la última vez en concurrir a las urnas nacionales, al menos durante mucho tiempo.
Luis del Piñal, candidato al Congreso por Unidas Podemos, lo daba todo por Pablo Iglesias en la pegada de carteles de aquel noviembre. Como para imaginarse que ahora iba a estar colocado como suplente en la lista del PSOE al Congreso por recomendación de su amigo Pablo Zuloaga.
Abascal volvió a llenar, como en abril, el Palacio de Festivales, y esta vez sí, Emilio del Valle consiguió el escaño que hoy Vox Cantabria no está del todo seguro de mantener.
María José Sáenz de Buruaga recibía en aquellos días a Pablo Casado, al que no dejaron visitar Valdecilla. Para los dos era importante obtener un buen resultado el 10N después de los descalabros primaverales en las urnas nacionales y regionales, y lo consiguieron a medias. Ella sabía muy bien que los mandamases de Génova se la querían cargar, pero quién lo iba a decir: Casado y su lugarteniente Teo García Egea ya son historia en el PP y Buruaga, campeona en las carreras de resistencia, es hoy la flamante presidenta de Cantabria.
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