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Ha arrancado el 2025 como terminó el año anterior, con los dos grandes partidos instalados en la bronca permanente de largo repertorio: el tsunami de ... la corrupción, la respuesta a la Dana de Valencia, la inmigración descontrolada, la irreconciliable memoria histórica, la tiranía venezolana, la vivienda inaccesible que cada cual intenta arreglar por su cuenta… El Rey hace un llamamiento a la concordia que los socialistas de Sánchez y los populares de Feijóo aplauden tibiamente, pero enseguida corren cada uno por su lado en busca del entendimiento con el prófugo Puigdemont.
Ni siquiera los electores del PSOE confían en que Sánchez llegue al final de la legislatura en 2027, pero el presidente dice que lo va a intentar. La prioridad es reconstruir con los independentismos la 'mayoría Frankenstein' que le ha mantenido en el poder los últimos seis años largos para sacar adelante los Presupuestos del Estado. Así que toca más cesiones y si hiciera falta el presidente se reunirá con Puigdemont fuera de España, antes incluso de que el Tribunal Constitucional del amable Conde Pumpido respalde la aplicación de la amnistía.
Sánchez ha mandado a sus ministros a disciplinar al partido en las regiones para cuando toque ir a las urnas. En Cantabria bastante haría con evitar una guerra destructiva entre los 'zuloagas' y los 'casares', pero no está nada claro. Toca, además, hacer más alto y más fuerte el muro ideológico entre españoles con la campaña conmemorativa del final épico del franquismo en una cama de hospital. Y de paso, comprometer al Rey en esos actos para vengarse porque le dejó en evidencia al aguantar el tipo en Paiporta cuando el presidente se dio a la fuga.
Frente al manual de resistencia de Sánchez, el PP de Feijóo opta por mover todos los resortes a su alcance. Aún con una leve tendencia a la baja y con el lastre de Carlos Mazón en Valencia, todos los sondeos independientes le otorgan una contundente mayoría en las elecciones legislativas en torno a los 190 diputados en alianza con el pujante Vox, pero a saber cuándo se celebrarán y cómo evolucionará el PSOE de Sánchez. Los indicadores macroeconómicos que maneja el Gobierno son buenos, aunque la alegría no llegue al bolsillo de todas las familias, tampoco está claro que la corrupción tan grave y extendida –de la mujer y el hermano del presidente al ramillete de ministros vinculados a Koldo y Ábalos y al ya imputado fiscal general del Estado– vaya a hacerle al sanchismo un daño definitivo, y además el PSOE está decidido a restringir la investigación judicial de los imputados.
Así que el PP también ensaya el acercamiento a los independentismos, por ejemplo para tumbar el impuesto a las grandes energéticas, una base de pruebas para futuros movimientos. En Cantabria, las dos grandes fuerzas políticas también debaten el asunto, aunque en un tono más correcto y sereno que el que practican habitualmente las cúpulas partidarias. El diputado nacional del PP, Félix de las Cuevas, cree que hay un camino que su partido puede y debe transitar con formaciones del centro-derecha como Junts y PNV en materia económica. Su adversaria socialista en el Congreso, Noelia Cobo, subraya la hipocresía del PP cuando critica los pactos del PSOE con los independentismos y luego intenta homologarlos en su favor.
No es fácil augurar hasta donde pueden llegar este tipo de movimientos que explora el PP. El PNV mete presión a Sánchez cuando se ve apurado, pero no deja de ser su aliado en el Gobierno del País Vasco. Puigdemont agita estos días la disyuntiva entre la moción de confianza a la que debe someterse el presidente del Gobierno y la ruptura, pero suena más bien como una amenaza para presionar una negociación.
El PP y Feijóo intentan manejar con mucho cuidado las alusiones a una posible moción de censura contra Sánchez. Todo lo más, insinúan, sería para, a continuación, disolver las Cortes y convocar elecciones. Por lo demás, los independentismos rechazan las maniobras que requieran la participación de Vox. 'No hay ningún bloque alternativo al actual Gobierno', dicen Junts y PNV, y eso suena como que para ellos no hay mejor aliado que un Sánchez acorralado, dispuesto a ceder a todos los chantajes. Pero se dejan querer.
La ambigüedad del PP oficial sobre las relaciones con los soberanismos, especialmente con los catalanes de Junts, no gusta a todo el partido que hasta anteayer ha presentado a Puigdemont como un prófugo delincuente que tenía que estar en la cárcel. Suavizar esa posición a cambio de una incierta hoja de ruta no sólo echa por tierra la firme estrategia del PP de Cataluña que preside Alejandro Fernández sino que va directamente en contra del contundente discurso de Isabel Díaz Ayuso frente a cualquier apaño de ese tipo con Puigdemont. Y eso, ojo, son palabras mayores para el liderazgo de Feijóo y para la cohesión del PP.
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Ana del Castillo
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