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El comienzo del curso político que conducirá hasta el ecuador de la legislatura tiene un pronóstico incierto, pero el tono de los primeros compases del debate parlamentario sugiere una cierta tendencia a la continuidad en los discursos, las estrategias y las relaciones entre los partidos.
La presidenta del Gobierno del PP, María José Sáenz de Buruaga, intenta proyectar una imagen de autoridad y liderazgo en los diversos frentes de la acción política. También con la limpia que acaba de ejecutar en algunas de las áreas, no todas, más erosionadas de su equipo. Cuando Buruaga atribuye los ceses cantados de los consejeros de Ganadería y Cultura, Pablo Palencia y Eva Guillermina Fernández, al simple y puro desgaste, no a irregularidades o escándalos, resulta más convincente que al justificar el chirriante reciclaje de Eva Guillermina Fernández al asumir un puesto de directora general subordinado al cargo que antes ocupaba. Y eso de que no cesará 'ni muerta' al consejero de Salud, César Pascual, es un excesivo seguro de supervivencia política para el consejero, así sea su gestión futura buena, mala o regular.
En otro plano, Buruaga debe jugar un papel relevante como anfitriona autonómica de la Conferencia de Presidentes que se celebrará pronto en Cantabria y en la reunión bilateral con Pedro Sánchez esta semana entrante. La reivindicación al Estado y la protesta por el maltrato a Cantabria por parte del Gobierno socialista han sido argumentos esenciales del programa electoral del PP para los comicios autonómicos de 2023 y del discurso político del Gobierno en lo que llevamos de legislatura. La financiación autonómica será el asunto más candente en estos encuentros, pero también debiera serlo que Sánchez salga al rescate del proyecto de La Pasiega, que no es nada sin la estación intermodal que el ministro Óscar Puente no quiere construir ni pagar. He aquí un verdadero desafío.
Un tercer escenario es el amplio paquete legislativo anunciado por el Gobierno en minoría de 15 diputados. La oposición se dice a la espera de que la secuencia legislativa comience a aparecer y el PP tendrá que evaluar una vez más si le resulta rentable el modelo elegido de gobernar con apoyos puntuales de PRC o Vox o si finalmente tendrá que buscar un aliado estable.
De todas las leyes que asoman en el horizonte la trascendental, claro, son los Presupuestos 2025. Buruaga anuncia unas cuentas expansivas –¿cuándo no lo son?– que pueden mejorar a través del diálogo con la oposición. En el ejercicio pasado Buruaga logró sin problemas el apoyo del PRC y ahora bien puede pasar lo mismo.
Los regionalistas practican durante todo este 2024 una suerte de ducha escocesa, frío y calor intermitentes, que lo mismo presenta un balance muy negativo del Gobierno y juzga insuficiente la crisis acometida por Buruaga, que se muestra dispuesto a negociar los próximos Presupuestos. Revilla dice siempre que el PRC es un partido de vocación gubernamental, que hace todo lo posible porque la región tenga unas cuentas operativas cada 1 de enero, incluso cuando el Ejecutivo es de otro partido, como ahora.
De nuevo los municipios serán un factor esencial en la negociación presupuestaria. El PP se muestra optimista porque ve a los alcaldes regionalistas muy satisfechos con el trato del Gobierno. La cúpula del PRC matiza el argumento: sus alcaldes les piden que presionen al PP para que cumpla sus compromisos.
Al PP le gustaría que los Presupuestos tuvieran el máximo apoyo posible, pero no es fácil que cuenten con el respaldo de Vox, que ya el año pasado votó en contra las cuentas en compañía del PSOE. En efecto, no es fácil que cuando el partido de Abascal ha roto con el PP en cinco comunidades vaya a facilitar las cosas al Ejecutivo cántabro que nunca le quiso como socio estable. En Vox no adelantan acontecimientos, a ver qué dice Madrid, en esa disciplina vertical que tienen a gala, pero que ni logra la cohesión interna de sus parlamentarios ni evita los frecuentes bochornos.
El PSOE de Pablo Zuloaga va a seguir siendo la oposición a tiempo completo al Gobierno del PP, sin tregua ni hueco para el acuerdo sobre los Presupuestos ni cualquier otro asunto. El PSOE suspende todas las asignaturas del Ejecutivo Buruaga.
Los socialistas se sienten cómodos en ese papel de opositor único y solitaria voz de la izquierda en el Parlamento. Lo más difícil es apoyar la financiación singular que el jefe Sánchez regala a Cataluña y que rechazan con furia la mayoría de los españoles, incluidos los cántabros y los socialistas de muchas regiones. Tan complicado resulta que en el Parlamento Zuloaga y los suyos han intentado disimular con una abstención el rechazo de todos los demás grupos a soberanía fiscal catalana.
El PP intenta machacar a Zuloaga en cada debate y al mismo tiempo le señala como el mejor candidato para los intereses populares en las urnas. En fin, si eso es lo que de verdad piensan, a lo mejor Buruaga y sus portavoces debieran administrar la crítica a Zuloaga, no sea que les manden otro rival más duro.
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