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Unas veces se gana y otras se aprende, sentencia la sabiduría popular a modo de reconfortante consuelo en la derrota. Miguel Ángel Revilla tiene más que demostrado el talento, el instinto y la experiencia para manejarse en la política. Y aunque le ha costado algo ... más de la cuenta, ha extraído alguna lección del varapalo que el electorado de Cantabria le propinó a él y al PRC en las elecciones del domingo pasado.
No había promediado el escrutinio de las urnas en la noche fatal y Revilla ya había achacado el descalabro a la marea contra el sanchismo y a favor del PP, para anticipar que él y su partido se instalaban en la oposición y que no había nada que hablar con el PP, que ya tenía amarrado un pacto con Vox. Un alarde de autoridad en su peor momento en tres décadas. Más o menos, pero al revés, como Ignacio Diego cuando cayó derrotado ante el propio Revilla en 2015. Como si los partidos no tuvieran nada que decir. Pero el PRC le ha dicho al jefe, respetuosa y firmemente, que había que explorar un entendimiento con los populares por el bien del regionalismo, de sus intereses políticos y de las personas involucradas.
Ni un hiperliderazgo como el de Revilla puede salir indemne de un castigo como el del 28M, así que ha tenido que adoptar un planteamiento más generoso con el PP, como le pedía su grey, y tomar distancia con el PSOE. También Zuloaga tiene que aprender de la derrota: el romance con el regionalismo no era para siempre. Cuando la miseria entra por la puerta, el amor salta por la ventana.
El Revilla abatido por el descalabro electoral daba ya por hecho un pacto PP-Vox y se veía a sí mismo instalado en el Parlamento como jefe de la oposición y a la expectativa de señalar en algún momento indeterminado de la legislatura a un incierto sucesor. Pero los suyos le han orientado hacia otro rumbo. Se lo aconsejó Pablo Diestro, alcalde de Reocín, respetado por los suyos y por los regidores de los demás partidos que le hicieron presidente de la Federación de Municipios de Cantabria, con alusiones al buen puñado de ayuntamientos pendientes de un eventual acuerdo de PRC y PP. Pero también el portavoz parlamentario del PRC, Pedro Hernando, en la misma mañana del lunes animó a leer con detenimiento los resultados electorales. Que la marea anti-Sánchez y pro-PP es un factor importante en la derrota regionalista, pero no el único. Que el PRC debe mirar por sus intereses en los ámbitos gubernamental y municipal. Que el mensaje que les sugiere el electorado es que su posición política en el futuro debe estar más cerca del PP de Núñez Feijóo que del PSOE de Sánchez, por no hablar de María José Sáenz de Buruaga o Pablo Zuloaga.
Las voces disidentes en el PRC con el rompe y rasga de Revilla, muy respetuosas en fondo y forma, ofrecían una coartada airosa al líder: la tensión de la noche electoral no favorecía el mejor escenario para el análisis reposado del futuro del regionalismo, que debía correr a cargo de la ejecutiva del partido y de los comités locales.
Revilla tomó nota, recuperó los reflejos y pocas horas después anunció, de nuevo por su cuenta, que el PRC facilitaría con su abstención la investidura de Sáenz de Buruaga, para que no tuviera que depender de Vox, que es precisamente lo que ella le había pedido. El gesto es importante y puede tener correspondencia en el plano municipal, donde los representantes de PRC y PP tienen libertad para negociar. Pero Revilla no dejó ningún resquicio a entrar en el Gobierno Buruaga, al menos de momento, como sugerían otros dirigentes regionalistas.
Y mientras todo eso sucedía, el angustiado Pablo Zuloaga intentaba acelerar la renovación de un pacto con el PRC para salvar lo que se pueda del poder local del PSOE, hasta que con un cabreo rabioso se rindió a la evidencia de que el socio de estos años le estaba dejando tirado para buscar el calor del PP. No es nada personal, sólo política.
Buruaga, la futura presidenta de Cantabria, se siente muy cómoda y apoyada por los suyos en la idea de un Gobierno en solitario del PP, con acuerdos puntuales, y tiene el permiso de Feijóo para negociar con libertad, aunque no es fácil entenderse con los adversarios durante mucho tiempo y desde luego nunca sale gratis.
El PP no quiere a Vox muy cerca, sobre todo cuando hay elecciones generales a la vista. En todo caso, si el partido de Abascal se abstuvo en la investidura de Revilla en 2019, con más motivo también podría hacerlo ahora con Buruaga.
El PP tampoco quiere amores con el PRC, mucho menos si Revilla no se quita del medio, pero tampoco sin él. Por qué los ganadores de las elecciones tendrían que suministrar oxígeno a su principal rival cuando está asfixiado. Por qué van a acoger y dar visibilidad en el Gobierno al consejero regionalista que en su día pueda ser el heredero de Revilla, si lo que les conviene a Buruaga y los suyos es que el regionalismo afronte la legislatura y la sucesión en la más dura intemperie.
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